NUNCA me ha gustado el fútbol y menos desde que veo las imágenes que llegan desde Catar, un país machista con unas cuestionables leyes que atentan contra los derechos humanos, que se ha convertido en la sede de la Copa del Mundo. Como muchas personas, pienso que no es el país idóneo para disputar este torneo y que los intereses económicos –es el primer productor de gas natural licuado del mundo– superan el respeto que se tiene hacia los derechos humanos de los ciudadanos. Además de los casos de corrupción que han estado unidos a este Mundial, tras algunas acusaciones de haber aceptado sobornos para dar su voto favorable a Catar, es inaceptable la realidad que nos llega desde esta monarquía islámica, que ha sido criticada por organizaciones por su tratamiento de la comunidad LGBTQ, las mujeres y los migrantes. Han sido muchos los artistas que han rechazado acudir al comienzo de la gran cita futbolística por una cuestión de principios. Al final, el himno oficial del Mundial ha estado interpretado por Maluma, que se negó a responder y abandonó una entrevista cuando se le preguntó sobre ello. “Solo vine aquí para disfrutar de la vida y disfrutar del fútbol. No es algo en lo que realmente tenga que involucrarme”, ha contestado el cantante colombiano. Pero está equivocado, con la aceptación de cantar el himno en estos juegos tan polémicos, el reggaetonero ya se ha involucrado.

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