HAY preguntas con respuesta instantánea diferente en función del lugar de procedencia. Volvió el otro día a cambiarse de chaqueta el pequeño de la casa con una amiga y a la pregunta inocente, “¿Venís de lejos?”, la chica, de doce años, respondió que ella era de Bilbao, pero que su madre había nacido en Burkina Faso. Dedujo que la interpelación era sobre su origen, cuando la intención era romper el silencio y saber por qué zona de Miribilla estaban paseando móvil en mano. Al reformular la pregunta para que entendiera cuál era mi intención, la chica rió. Yo sufrí cierta desazón por la incomodidad que pude causar y por poder ser catalogado en el grupo de intransigentes con prejuicios raciales. Asomó cierta culpa generacional, porque a esa edad nunca tuve amistad con nadie que no tuviera rasgos similares. Entonces la inmigración era menor y estaba focalizada en ciertos barrios. Y aun así quién sabe si mi generación habría tenido roce con niños de otros orígenes. El presente y el futuro son más soleados. No hay muros o fronteras entre los niños. Este año será el de menor natalidad en Euskadi desde 1975 y tenemos que abrir los brazos para acoger a los migrantes que, con nuestros hijos, mantendrán en marcha el país. Los niños que nacieron en el último año aceptable de natalidad están en primero de Secundaria y dejarán un vacío en todo el sistema educativo. Habrá que llenar los huecos con personas que vienen de lejos.