AY titulares que se vuelven en contra en cuanto uno los lee: "La fantasía secesionista del 51,3% de votos se reduce al apoyo del 27% del censo". O lo que es igual: el akelarre unionista apenas llega al 21%. Cualquier distorsión con tal de desvirtuar que el independentismo -más o menos moderado- ha triunfado en diez de las doce citas electorales celebradas en Catalunya en la última década, cediendo solo en dos generales a los comunes. Y en más de 800 municipios por mayoría absoluta las tres últimas autonómicas. Lecturas interesadas que apuntan también a los cientos de miles de votos perdidos por el camino, que ni tienen padre ni madre. Pero en la aldea de la Carrera de San Jerómino toda fábula es posible, como la de conceder a la ultraderecha mayor "sentido de Estado" que al líder de la oposición, e incluso pasarse una campaña mudo ante la cábala de poder gobernar gracias a su abstención. El blanqueamiento y alfombra roja de la autoproclamada real izquierda española a Vox. Otro gambito de dama del escapista Sánchez meciendo la mano del alfil Illa, dispuesto a emplear el Parlament como plataforma publicitaria, al igual que la banda de Abascal hizo con la moción de censura en el Congreso. Allá, aquí o acullá, uno se presenta a una investidura cuando dispone de apoyos; lo demás es folkore. Veremos hasta dónde llega el seny del exministro cuando le toque ejercer de Dr. Gang acariciando a Madcat. Por seguir con la ficción.

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