Quiero ser amnistiado”. “Concedido, Carles”. “Que también sean amnistiados los 12 del CDR”. “Sin problemas, lo haremos”. “Blindar todo resquicio de esos jueces españoles”. “Tranquilo”, president. Pedid y se os dará. A la carta. Con semejante dosis de sumisión ha agasajado el pertrechado cuadro de mando del PSOE a Puigdemont en sus exigencias para asegurarse así el poder durante la mitad, como mínimo, de la actual legislatura. Lo ha hecho, desde luego, poniendo la otra mejilla ante la oposición y frente a una contenida contestación social, pero, sobre todo, bajo un imperturbable sentido pragmático y descaro infinito que engulle sus propios principios ideológicos y líneas rojas éticas. Conscientes de que García-Castellón está al acecho para desmontar la taimada estrategia. El último recoveco de este juez no es baladí, sino amenazante. Hasta puede voltear estrepitosamente el penúltimo amaño de la futura ley.

Significados ministros y dirigentes socialistas se han tragado el sapo del terrorismo. Bien es cierto que tampoco se han inmutado al engullirlo. Los mismos que ilusamente creían en justicia dentro del PSOE que el chantaje de Junts haría frontera infranqueable con el castigo al terrorismo asistieron atónitos a una categorización del estrago por parte de Félix Bolaños que acabó por sumir a la ciudadanía en la perplejidad, la hilaridad y una cierta sonrisa macabra. Acababa de descubrirse el terrorismo leve. Como era de esperar, aquellos ministros y dirigentes socialistas no solo dieron complacidos la bienvenida a tan histriónica tipificación jurídica, sino que la justificaron. La descarada dependencia de la hilvanada mayoría de Gobierno hacia los siete votos de los neoconvergentes independentistas carece de límites.

Jamás imaginó Sánchez que sufriría semejante humillación. Tampoco se le nota, embriagado en su desbordante ambición y porque ha rearmado apresuradamente un discurso desde la improvisación interesada para pilotar una nueva realidad. Hace cinco años decía justamente lo contrario. Siempre pensó en arrinconar a Puigdemont porque ambos son polos refractarios que se detestan y recelan. Instauró para ello una mesa de diálogo infinita en el diálogo con ERC bajo la premisa de un favor mutuo en el puente aéreo. Y le iba bien. Hasta que le llegaron las apreturas del 23-J. Se estrenaba inesperadamente un nuevo contexto minado de bombas políticas, pero que el gallardo líder socialista va desactivando con el ferviente apoyo de quienes ven en el intento la rebelde apuesta por pergeñar un nuevo modelo de Estado. No sin la lógica erosión, más externa que interna, aunque con la inesperada compensación de los errores del contrario.

Sirva como ejemplo palmario la fatídica compensación que se produjo en el mismo día entre el descaro explicativo de Bolaños sobre el terrorismo de guante blanco y el detestable patinazo del PP al identificar su estridente portavoz González Pons el Tribunal Constitucional con el cáncer. Mientras la enésima condescendencia con Puigdemont hervía la sangre a gran parte de la ciudadanía, apenas unas horas después bastaba el deplorable patinazo del brazo judicial de Feijóo para que las tertulias y las redes repartieran pescozones a partes iguales. Resulta fácil de entender con esta frecuente propensión al desliz en los mensajes la creciente desmoralización que empieza a cundir en muchos rincones de Génova. Para alimentar esta propensión al pánico, ahí llega Tezanos advirtiendo de que peligra la mayoría popular del próximo mes en Galicia.

Embajadoras de Podemos

Tampoco en la izquierda progresista sobran las sonrisas. Mucho menos en el maremoto en torno a Podemos, donde nadie cierra el grifo de los agravios. Al menos, Lilitih Verstrynge se baja cansada de hacer bulto. En esa cascada novelesca, hasta causa cierta compasión escuchar atónitos cómo Ione Belarra ha antepuesto su incuestionable dignidad al malévolo ofrecimiento de ser embajadora. Bien es cierto que nadie ha negado la denuncia de tan desvergonzado pago en especies. Vaya, que puede ser increíblemente cierto. Por eso en la carrera diplomática asisten atónitos a este desconcertante mercadeo de canongías.

A ese grupo de damnificados remunerados no se espera en mucho tiempo la incorporación de García-Page. Este presidente autonómico no está haciendo méritos para recibir recompensa alguna cuando abandone su actual cargo, desde donde alienta a la derecha mediática. Lamentablemente para su propósito, solo le apoyan en la trinchera enemiga.