SU familia le sacó de Medellín para dejar atrás peligros y miedos y girar a la vuelta de la esquina para llegar a una tierra como Getxo que, en principio, era zona de paz. Se llamaba Juan Felipe García Salazar y cayó apuñalado, herido de muerte, en su presunto paraíso. No sabemos, al menos yo no lo sé, si era un joven de alma apaciguada o le corría por las venas esa sangre brava que a veces desemboca en violencia. Lo cierto es que al joven que se fue de allí, Medellín, le apuñalaron por la espalda acá. en Getxo.

No se debe permitir que la rabia, se cual sea la razón que la despierte, se torne en ira y ésta en violencia. Somos libres: no nos dejemos esclavizar por una emoción que no es más que un simple patrón de respuesta aprendido. Cuando aparece la violencia uno no sabe bien qué decir y enmudece. ¿Será por ello que en Getxo se ha organizado una manifestación silenciosa a modo de protesta? Tampoco lo sé. Sí es cierto que en cierta ocasión leí a Carlos Fuentes una descripción que aterrorizaba. Permítanme que se la recuerde. “La Violencia, una emperatriz con velos negros y guantes ensangrentados, pies de arcilla y pecho de plomo, con el vientre estéril, la vagina supurante y las ubres pródigas, amamantando a sus hijos con una leche envenenada, que segaba una vida en cuestión de horas y a veces en asunto de siglos”. En este caso ha sido, por lo que cuentan en el atestado, cuestión de minutos.

Más claro parece el caso del policía municipal que se llevó por delante a un motorista hace cinco años, causándole la muerte. Al parecer todo obedece a una trágica imprudencia: iban a atender una emergencia y hubo un cruce de cables que acabó en un atropello en un cruce de caminos. El conductor asegura que no vio venir al motorista que se llevó por delante. ¿También podemos hablar aquí de la vuelta de la esquina? Tampoco se sabe a ciencia cierta. Por lo que se ve la noche confunde.

El viejo tío Willie (Shakespeare, para más señas...) se preguntaban, en aquellos versos, algo así como “quien eres tú, que entre nocturnas sombras, sorprendes de este modo mis secretos”. El dramaturgo griego Menandro, sin embargo, tenía otra visión de las oscuras. A él se le atribuye la idea de que la noche siempre trae consejos. Deben de tratarse de dos noches distintas: una, agitada y febril, que todo lo pone en riesgo y otra serena y plácida, que todo lo tranquiliza. Y a veces son dos en una.