CONSIDEREMOS el vasto universo en el cual vivimos y comprendamos la singularidad que hace a nuestro ecosistema terrestre algo único. Eso nos exige cuidar la riqueza de nuestro medio pues por muchos millones de kilómetros de distancia no hay otro planeta igual. Que no podemos usar uno nuevo, vamos.

Uno escribe esto desde la conciencia pero reconozcamos que actuamos desde la comodidad y es hora ya que la primera se imponga sobre la segunda si no queremos que un alto tribunal de animales y plantas nos acuse de haber convertido el reino de este mundo en un desierto sucio e inhabitable.

Entre los teléfonos móviles y los coches se sitúa la tasa de natalidad más alta del mundo. Y así como los primeros se reproducen como conejos y cambian el paisaje una y otra vez, por lo que se ve a los coches se les coge cariño y su reproducción es más lenta. Envejecen y envejecen y sus achaques de motor son contaminantes. El ¡¡¡cof, cof, cof!!! de los motores nos ahoga y las ciudades, entre ellas Bilbao, han decidido no dejarle paso a ese tranco cojo y ahumado. El problema es que los coches no tiene voluntad propia y sus propietarios, en no pocas ocasiones, lo que no tienen es dinero para hacerse con un vehículo adaptado a la vida moderna. Y a día de hoy, eso hemos de comprenderlo, un coche está más cerca de ser una herramienta de trabajo que artículo de lujo. ¡Qué difícil tomar la decisión!

Mientras tanto la ZBE lleva camino de convertirse en uno de esos espacios reservados tan inquietantes que aparecen en las películas de ciencia ficción. El problema es una cuestión de tiempo. A nuestra generación de corresponde liderar el cambio y tantas modificaciones de sopetón generan controversia. Imagino que quienes ponen el grito en el cielo no son partidarios de que caigamos todos bajo las garras de ese godzilla del cambio climático. Supongo que no tienen recursos para adecuarse a la larga marcha hacia la climatología limpia. ¿Qué se puede hacer? No se observa con claridad una solución que contente a tirios y troyanos. El dios del medio ambiente, durante tantos y tantos años blasfemado, exige ahora sacrificios para su adoración. Menudo panorama que se presenta.