A nueva reunión de la Comisión Científico-Técnica del LABI constató ayer la positiva evolución de la pandemia en Euskadi aunque aún con altos valores en cuanto a la incidencia acumulada, todavía por encima de los 500 casos por cada 100.000 habitantes, y los contagios, con 748 notificados. La presión hospitalaria, con un nuevo hito en el número de hospitalizados, marcó la reunión de ayer que presidió el lehendakari Urkullu y que dejó además nuevos ingresos hasta llegar a los 75 pacientes en las unidades de críticos. Un escenario que, pese a la bajada de los indicadores de transmisión del virus, dejó la recomendación de los expertos técnicos de mantener al menos una semana más las restricciones en vigor para hacer frente a la pandemia. “No estamos bien”, señaló la consejera Sagardui en la comparecencia posterior a la reunión que pospuso la relajación de medidas bajo el objetivo de consolidar la tendencia bajista en los contagios y contener los ingresos y las muertes que han aumentado esta última semana hasta situarse en 35. La inmunización, con cerca de las 3 millones de vacunas administradas, o la caída de contagios no debe desdibujar la perspectiva de que la desescalada no ha de basarse en la premura como así ha demostrado el revés de Sánchez en la previsión para la inmunidad de rebaño en agosto, fiando la evolución pandémica a una vacunación masiva para no prorrogar el estado de alarma desde el pasado 9 de mayo cuando ofreció la cifra mágica de 100 días para alcanzar el 70% de la población vacunada, un pronóstico que le sirvió de sostén para arrancar la desescalada con la mirada puesta en el verano y en la recuperación de la movilidad y, por tanto, del turismo. Hasta hace solo unas semanas parecía claro que la cifra se alcanzaría en la fecha prevista y así será pero no antes al menos de que el mes termine alargándose a septiembre. La insistencia de no bajar la guardia por parte de las autoridades sanitarias vascas apelando a la mentalidad preventiva de la actividad cotidiana pone el contraste a aquella decisión precipitada de levantar el paraguas jurídico del estado de alarma fiándolo todo a la fecha del 18 de agosto con la inmunidad de grupo. Los errores de precipitación dando carpetazo a la pandemia se pagan: desacreditan a los protagonistas de las expectativas creadas y alimentan los ataques de la oposición.