RAS ocho meses de interinidad, Pere Aragonès fue investido ayer como el 132º president de la Generalitat. Con ello, Catalunya tiene la oportunidad de recuperar por fin cierta normalidad democrática e institucional y puede adentrarse en la búsqueda de la necesaria estabilidad. El hecho histórico de que Aragonès sea el primer miembro de ERC que es elegido president desde la reinstauración de la democracia -durante la II República y en el exilio también hubo republicanos jefes del Govern- dota a esta nueva etapa en Catalunya de cierta expectación no exenta de incertidumbres. El hecho objetivo de que el nuevo president haya contado con los votos a favor de los partidos independentistas ERC, Junts y la CUP, y en contra de un amplio abanico de formaciones, tanto de derecha como de izquierda -PSC, En Comú Podem, Ciudadanos, Partido Popular y Vox-, vuelve a poner en evidencia la política de bloques en la que está instalada Catalunya en los últimos años en el eje entre partidarios y detractores de la soberanía. Los compromisos incluidos en el discurso de investidura de Aragonés, pese a ello, contienen los ingredientes imprescindibles para la gobernanza en estos complicados momentos, empezando por la promesa de gobernar “para todo el país”. El énfasis que planteó el nuevo president en las vertientes social -sobre todo con la pandemia y sus efectos-, feminista, verde y democrática es la base de la necesaria defensa del bien común. Otra cosa es que estas prioridades -apenas esbozadas en su intervención y en el acuerdo ERC-JxCat- sean una realidad en un futuro inmediato. En el plano soberanista, Aragonès abogó por el ensanchamiento de la mayoría independentista con el fin de hacer inevitables la amnistía y la autodeterminación, poniendo el ejemplo de la vía escocesa -es decir, el referéndum pactado con el Estado- para su materialización. No es la primera vez que ERC plantea el diálogo y la consulta acordada como fórmula resolutiva. La cerrazón del Estado siquiera a dialogar ha dinamitado siempre este camino. Pero es el único que puede dar garantías de éxito dada la pluralidad de la ciudadanía catalana. La clave -y Pere Aragonès ha dado muestras de que sabe que es así- es la superación del bloqueo en Catalunya, la apertura de vías de diálogo con el Estado y una fórmula pactada para poner fin de forma democrática a un conflicto político enquistado.