RESPECTO a la polémica política abierta, y amplificada, en torno a la participación del expreso de ETA José Ramón López de Abetxuko, quien cumplió 29 años de cárcel por dos asesinatos, en una conferencia sobre los derechos de los presos enfermos organizada por Sare en el campus de Gasteiz de la UPV/EHU es preciso concretar el análisis y diferenciar ámbitos para evitar que la confusión abone determinados intereses. Así, la elección de Abetxuko, con su historial y falta de contrición, en una conferencia sobre derechos, cualesquiera que sean, en el Día Internacional de los Derechos Humanos es un imprudente despropósito que recae en Sare además de en quien ofreció a Sare dicha posibilidad. Unos y otros debían haber sido conscientes de la inconveniencia y las carencias éticas que implicaba la elección y de sus consecuencias políticas y mediáticas, también del perjuicio que conlleva para la reclamación, legítima, sobre los presos enfermos que pretenden. A continuación y sin embargo es necesario apuntar que, tras cumplir su condena, Abetxuko está en posesión de todos sus derechos, civiles y políticos, haya explicitado o no arrepentimiento por sus crímenes, y por tanto, tal y como explicitó la Fiscalía, no había motivo legal para impedir la charla, dirigiendo en su caso las iniciativas legales a la previsión de un posible delito de exaltación que no se produjo. Dicho esto, que la conferencia se hiciera en el campus de la UPV/EHU debe asimismo interpretarse en toda su complejidad pese a que cueste entender la ubicación de un acto de estas características en una institución pública. Si la solicitud para su realización parte de un grupo de universitarios -aun de ideología concreta- que cumple las normas establecidas en el campus para dichas convocatorias, difícilmente puede la universidad negarse a priori sin sentar un precedente más que complejo de gestionar. Y, a partir de ahí, también desde la comprensión del dolor que se causa a las víctimas e incluso para fortalecer la ya contundente exigencia de admisión del mal causado a quienes desarrollaron o defendieron el empleo de la violencia como paso ineludible para su superación, cabe asimismo estimar en toda su realidad e intereses ideológicos o partidistas la falseada desproporción del escándalo, que solo permite más visibilidad a quien, pese a tener derecho a expresarse, no muestra los parámetros éticos que le exige la sociedad vasca para ser escuchado.