LA acumulación de convocatorias electorales, con sus correspondientes -y largas- campañas, en un corto espacio de tiempo tiene el evidente riesgo de desincentivar a la ciudadanía y aumentar el desinterés por la participación en las urnas. De hecho, la última campaña ha puesto en evidencia el cansancio general, acusado incluso también por los propios partidos políticos a la hora de elaborar y difundir sus mensajes. Sin embargo, las elecciones que se celebran hoy tienen una importancia capital para los vascos y las vascas, porque sus resultados afectarán directamente a su vida diaria durante los próximos años. Las tres urnas instaladas hoy en cada mesa electoral suponen, por tanto, un triple compromiso y una triple oportunidad para decidir el futuro de la articulación de nuestra convivencia ciudadana en otros tantos ámbitos territoriales e institucionales, que configuran un entramado común. Tres ejes con funcionamientos autónomos pero que están interrelacionados y conectados entre sí y, por ello, todos ellos deben entenderse, junto a otras instancias como el resto de administraciones de Euskadi (Parlamento y Gobierno vascos) y del Estado, como parte de un todo dirigido fundamentalmente a asegurar y administrar el bien común. De ahí la importancia de emitir nuestro voto en cada uno de estos tres ámbitos a los que hoy estamos llamados a participar para configurar nuestros ayuntamientos, Juntas Generales y el Parlamento Europeo. Los consistorios municipales, como institución más cercana al ciudadano, constituyen la primera línea de actuación administrativa e incluso asistencial y, como tal, son la base primordial sobre la que se asienta la convivencia, nuestras relaciones más próximas y se regulan los aspectos y servicios primordiales. Asimismo, la Diputación foral, como órgano de gobierno encabezado por el diputado general elegido por una institución ancestral propia como son las Juntas Generales, desarrolla competencias en materias básicas y cercanas como carreteras, obras públicas, agricultura, montes, bienestar social, cultura y hacienda, otra de las singularidades fundamentales de nuestro sistema propio. Finalmente, Europa juega un papel clave en la futura sociedad a construir, incluso más allá del debate de la ultraderecha y los euroescépticos, porque es allí donde se construye el modelo de bienestar. Cada voto, en cada uno de los ámbitos, es el que determinará nuestro futuro.