LA confección de las candidaturas electorales es uno de los momentos más delicados para los partidos políticos porque suelen ser objeto de fricciones y tensiones internas. Es algo no solo habitual sino en cierta medida lógico, ya que se mezclan cuestiones ideológicas, programas, perfiles, ambiciones personales y políticas y dinámicas e inercias propias que deben tenerse en cuenta. Pero lo que ha venido sucediendo en los últimos días en determinadas formaciones es inédito, a caballo entre el oscurantismo, el mercadeo y las actitudes escasamente democráticas. Mientras algunos partidos han abordado y solventado el asunto de las listas para las elecciones tanto generales como municipales, forales, autonómicas y europeas sin mayores problemas -sobre todo los que tienen tradición, militancia preparada y cuadros y un procedimiento participativo claro, solvente y engrasado-, otros han debido recurrir a mecanismos poco claros -incluso dentro de unas presuntas primarias-, al dedazo o a fichajes efectistas pero también impuestos por el líder. El caso más paradigmático, aunque no único, es el de Ciudadanos. Albert Rivera, otrora abanderado de la nueva política y la transparencia frente a los mecanismos de los partidos tradiciones, ha colocado a candidatos -la propia Inés Arrimadas-, ha fichado a famosos y a políticos de otros partidos como Joan Mesquida (PSOE) o Silvia Clemente (PP) o incluso ha visto cómo se han destapado sonoros casos de pucherazos en algunas primarias. No solo en Castilla y León -donde, para más inri, quiso imponer a una tránsfuga del PP con un pasado político no del todo limpio-, sino también en lugares como Madrid, Murcia y Cantabria, donde también se han denunciado irregularidades en las primarias. Por otra parte, en el PP el sistema de elección ha sido la mera voluntad del líder, Pablo Casado, que ha configurado unas candidaturas a su imagen y semejanza -también con algún fichaje estrella- con las que los populares abundan en su radical giro aún más a la derecha y laminan en la práctica la herencia del marianismo. En el PSOE, por su parte, el hecho de ostentar el Gobierno y la posibilidad cierta de ganar el 28-A ha tenido un efecto bálsamo salvo en Andalucía, donde Susana Díaz no ha perdido la oportunidad de volver a enfrentarse a Pedro Sánchez. Las urnas dictarán sentencia sobre estas peculiaridades formas sin base democrática de entender la política.