La semana pasada se celebró el Consejo Europeo de otoño en Bruselas, segundo de la legislatura 2024-2029, tras el de verano en junio, donde básicamente los líderes europeos se dedicaron a su particular juego de tronos del reparto de los nuevos cargos de las Instituciones europeas. Esta cita venía marcada por la presión de buena parte de los Estados miembros para incumplir el pacto de asilo y refugio y, por tanto, con el tema de la migración como principal caballo de batalla. Además, en agenda el clásico de los últimos dos años y medio, la guerra de Ucrania y el recrudecimiento del conflicto en Oriente Medio. Muchas cuestiones urgentes y prácticamente ninguna decisión.
Meloni toma el mando La migración sigue siendo el principal caballo de batalla político en Europa. No cabe duda de que está en el centro del debate y que favorece las posiciones de las formaciones de ultraderecha. El hecho de que catorce países solicitaran, antes de la cumbre, parar la entrada en vigor de la legislación alcanzada a duras penas la pasada legislatura, es un indicativo claro de la falta absoluta de consenso en una materia crítica para el futuro de la UE. Y ha sido la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, la que ha tomado la iniciativa por libre del disenso. Justo antes del Consejo anunció el primer envío de migrantes llegados a su país a un centro de recepción en Albania, poniendo patas arriba el tablero político y sembrando el nerviosismo en la derecha moderada, representada por el Partido Popular Europeo.
Von der leyen se escora Tal fue el golpe de efecto de la política transalpina que llegó a montar una reunión paralela al Consejo Europeo a la que acudieron 17 países de la UE y, para sorpresa de muchos, la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La alemana no solo no se opuso a la propuesta de Meloni, sino que la calificó de “idea innovadora”. Solo una semana después, la Justicia italiana ha tumbado la idea de Meloni y los migrantes han tenido que ser devueltos a Italia. Pero lo que sí es evidente es que tanto Orbán como Meloni, que en junio interpretaron el papel de parias en el teatro europeo, se han convertido en las estrellas invitadas de esta obra de otoño.
Ucrania y Gaza Respecto a la posición que mantiene la Unión Europea en los graves conflictos bélicos que aquejan al mundo, nada nuevo, salvo buenas palabras pacificadoras y pocos hechos que resuelvan los dramas de las poblaciones afectadas en Ucrania, Gaza y ahora también en el Líbano. Otra invitación a Zelenski a participar en el Consejo, palmadas en la espalda y ayuda cada vez remolona económica y militar. Se siente ese cansancio de bolsillo y de corazón por la causa ucraniana, sobre todo, en una Alemania que no remonta su crisis económica. Peor aún el debate sobre la participación europea en Oriente Medio. La posición común es cada más débil y la UE se está convirtiendo en un convidado de piedra en la región. El “stand by” se ha impuesto, pues, en las instituciones europeas, pendientes todavía de la renovación de la Comisión Europea y, más aún, a la espera de que los estadounidenses elijan nuevo o nueva presidenta que decida la suerte de este incierto mundo.