Hoy se inicia una nueva campaña electoral. Una campaña consecuencia de un enorme fracaso, cuyos protagonistas principales han sido el PSOE y Unidas Podemos. Los dos han priorizado lo particular, sus ansias de poder, su lucha fratricida por achicar el espacio del otro, de convertirse en voz principal de un espacio, en esencia, plural. Han primado lo particular por encima del interés general y han dado la espalda a esa mayoría que existe y que reclama respeto a la diversidad, una visión plurinacional del Estado y que pide a gritos un proceso sincero de regeneración democrática.

Y aquí estamos ante una nueva campaña, más corta y, según dicen, más austera, aunque todo euro gastado suponga una barbaridad, una temeridad en los tiempos que nos ha tocado vivir, más si cabe cuando tenemos necesidades más perentorias. Y se le da una nueva oportunidad a esa derecha contumaz para que vuelva a gobernar y prosiga en esa senda que busca recortar derechos y libertades. Una derecha que, en esta ocasión, ha disfrazado parte de ese discurso falaz, hiriente y prepotente? lo importante es ganar y aprovecharse, en la medida de lo posible, del desánimo, desencanto y desconcierto existente entre todas aquellas personas que han trabajado por un futuro distinto y que han visto frustradas parte de sus expectativas por la irresponsabilidad de unos pocos.

El PSOE “olvida” en su borrador de programa electoral su receta para abordar la crisis territorial del Estado, una crisis profunda y sin parangón por sus consecuencias y alcance en la historia reciente. ¿Fruto de un olvido o de una intención no declarada? ¡La historia nos lo dirá! En todo caso, esa circunstancia puede mostrar una intención ya interiorizada, un objetivo incesantemente perseguido: la abstención patriótica del PP, como pago de aquel otro favor, realizado por parte del PSOE, que facilitó aquel gobierno del PP, desalojado después tras una sentencia judicial que consideró probada la financiación ilegal de este partido y su connivencia con la corrupción.

Y hoy, aquí, la derecha sigue apelando al recurso de la fuerza para solventar el problema territorial. No han aprendido nada de aquella frase premonitoria que se le atribuye al nada sospechoso Unamuno y que fue pronunciada delante de aquellos facciosos que quebrantaron sus juramentos, daban vivas a la muerte, despreciaban la inteligencia y llenaron los campos y cunetas de España de muertos: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir”. Necesitarán algo distinto a la fuerza si pretenden canalizar, de una manera ordenada y acordada, un problema que está desbordando, por momentos, la existencia de este Estado.