La convocatoria de elecciones nos ha asombrado menos que la llegada de la Navidad año tras año. Ninguna sorpresa, dada la evidente desgana demostrada por Pedro Sánchez, que no ha hecho nada para constituir su gobierno. O bien el socialista es incapaz o no quería. Me inclino más por lo segundo, tal como hemos ido contando aquí, y pienso que sus planes pasaban por otra contienda electoral. Aquí la tiene, ya veremos qué le pasa.

Intentando buscarle lógica a su posición, y ante el riesgo que suponen unas nuevas elecciones, una primera posible explicación a la caradura que le ha echado sería que Sánchez aspire a hacerse con los votos de Podemos y de Ciudadanos, de manera premeditada y calculada. Y, de ser así, planteo ahora mi segunda suposición: quiere volver al bipartidismo histórico de PP y PSOE, en la que ambos se alternaban.

Su comodidad se les rompió cuando aumentó el espectro político; desde entonces ambos hacen lo que pueden para reconstruirlo y repartir, así, con menos el pastel. Imaginemos que pudiera ser, pero ni estamos en 1982, ni la derecha es la misma y tampoco la ciudadanía -harta y con una enorme percepción negativa sobre la política y sobre quiénes andan en ella-.

El cálculo electoral es legítimo, pero lo que parece que no está tan claro son sus consecuencias, que afectarían a todo el mundo. El gran regocijo en la masa votante del PP y Vox, por un lado, y el enorme enfado en la otra parte de la ciudadanía -no hay más que recordar que, a día de hoy, bastantes más de cien mil personas se han apuntado en el INE para que no les llegue la propaganda electoral-, nos muestran un futuro cercano nada halagüeño.

Por otro lado, la nueva convocatoria electoral da fuerza a la derecha que airea sus verdaderas intenciones de gobernar y aplicarnos el 155 y lo que haga falta -ya están en Andalucía o en Madrid-. Veíamos el otro día cómo amenazaron a Aitor Esteban en el Congreso de Madrid con la ilegalización del PNV por atentar contra la unidad de España.

Probablemente veremos cómo aumenta la abstención en el ámbito de Podemos por su confusa participación en este lío. La duda sigue siendo las cuentas finales de la noche del 10 de noviembre y, si ahora no han sido capaces, contando incluso con los votos gratis de PNV y Bildu, entre otros, difícilmente se mejorarán los resultados que permitan un gobierno alternativo a la derecha, aunque Sánchez sueñe ilusamente con quedarse con los votos de Podemos y parte de Ciudadanos.

Aún con todos esos despropósitos, la peor consecuencia es la falta de credibilidad en la política que se está extendiendo como una mancha de aceite. Me apena oír comentarios o chistes fáciles que cuestionan a políticas y políticos, metiéndolos en el mismo saco. Eso de que son iguales no tiene nada de verdad ni de justo, pero demuestra la desilusión que ahora ha sido reforzada por esta nueva mascarada del gobierno. No le viene bien a la democracia y da alas a quienes quieren hacer saltar por los aires el Estado de Derecho.

La gente siente que durante estos meses nos han mentido desde Madrid con pactos que no querían. Su consecuencia debería ser marcharse a casa y renovar los liderazgos de quienes tienen la responsabilidad del no acuerdo.