este 2019 puede llegar a ser el año en el que más votamos. Congreso y Senado ya pasaron, ahora europeas, municipales y forales. Llevamos cinco y se oye que quizás tengamos que hacerlo de nuevo al Parlamento de Gasteiz.

Empezando por el final, no parece que por el momento las condiciones actuales lo exijan, ya que en el Gobierno vasco no hay ninguna crisis a la vista. Es verdad que los presupuestos marcarán un antes y un después que podría llevarnos a esa cita electoral con meses de antelación. Si así sucediera, quedarían grandes temas pendientes como el del nuevo status jurídico que puede complicar la colaboración con EH Bildu. Ya sabremos qué decide el lehendakari Urkullu.

La campaña está retratando la ilusión de las distintas candidaturas que, como tal, deben ser respetadas. Otra cosa es que en algunos casos digan barbaridades de tal calibre que, o bien se explican por su ignorancia o por su mala fe. Yo me inclino por la segunda.

Las ganas de provocar y la mentira institucionalizada en el discurso que vimos ya en la campaña anterior de la derecha española se mantienen como marca de la casa. Los ejemplos son tantos que no daría para el corto espacio de este artículo. Por citar uno del que tengo información de primera mano, voy a referirme al intento de ganar votos de la candidata de Ciudadanos al Parlamento europeo. Resulta graciosa la pobreza argumental cuando en Lizarra apela a restituir el buen nombre de esa localidad afeando a PNV y EA aquel acuerdo que fue la antesala a una tregua. De llegar a Bruselas, esa señora lo hará con votos de España ya que aquí Ciudadanos representa prácticamente nada.

Cada vez más oímos discursos políticos de usar y tirar, con muy poco fundamento argumental y sin el conocimiento que debe tener quien vive de la cosa pública. El argumento en política debe ser cuando menos fundado y respetuoso con la verdad. Hacer política a golpe de Twitter la está desprestigiando, lo que no augura un buen panorama democrático.

Votar el domingo se convierte en un ejercicio necesario. Parlamento europeo donde hay que estar, aunque los Estados se empeñen en quitar la voz a las naciones sin estado, municipios para lo más próximo y Juntas Generales que lleven a la constitución de las Diputaciones Forales que son engranaje institucional fundamental para nuestro desarrollo social, económico y político (también en clave nacional vasca), en su calidad de recaudadoras y depositarias de los servicios más cercanos a la ciudadanía. Cualquier menoscabo de ellas en el momento actual supone un debilitamiento que no podemos permitirnos.