DE los 46 años de edad que tengo, calculo que llevaré yendo a los campos de fútbol desde los 3. Mi aitite Tomás, fiel del River, me llevó por primera vez y desde ese momento cada domingo, aproximadamente cada quince días, acudía con él al municipal de La Llanas. Allí veíamos a su equipo, que obviamente también sería el mío. Más adelante, y cuando mis aitas me dejaron ir en tren a Bilbao, mi amigo Mikeldi y yo íbamos a San Mamés al fondo sur. Todavía recuerdo la emoción cada vez que entrábamos por los vomitorios y nos poníamos en un huequecito, de pie, eso sí. Todavía siento cómo me dolían las piernas tras los partidos. Menuda ronquera llevábamos a casa de los gritos que pegábamos. Allí empecé a cultivar la voz para la radio.

Mi aitite me enseñó muchas cosas, pero quizás la mas importante era la del respeto. No le gustaban los tacos y cada vez que alguien de la tribuna profería una de esas palabrotas, él le miraba desafiante, la verdad es que le respetaban, era grande, serio, había sido directivo y aquel era su lugar. Lo dominaba. Si a eso le unimos que uno de sus amigos, Petreñas, había sido árbitro, pues esta todo dicho. Era la época en la que las madres de los árbitros no podían acudir a los campos de fútbol, no era bueno para sus oídos, en definitiva, para su salud. Aún así, con los trencillas parece que valía todo, que injusto. Pero aquí mi aitite lo tenía muy claro, no quieras para los demás lo que no quieres para ti. Respeta y serás respetado.

Aquí empieza todo. Es verdad que cada uno tenemos una personalidad y que la llevamos dentro. De acuerdo, pero el aprendizaje es fundamental y lo que tu recibes de pequeño está claro que queda ahí y es importante a futuro en tu desarrollo como persona. Vivimos unos tiempos en los que nadie puede decir que no conoce qué es lo que sucede a su alrededor o que no está informado. En la mano tenemos un dispositivo que nos cuenta al minuto que está pasando y que nos redirige hacía la actualidad. Lo acontecido en el estadio del Espanyol es una muestra más de las carencias de una sociedad acomplejada y con unos déficits importantes de educación. Lo del sábado no es un problema del fútbol, es una cuestión social. Los que van al campo se encuentran en un escenario idóneo para exhibir sus vergüenzas y avergonzar al resto. No lo aprenden en el terreno de juego, lo traen de casa, esto es lo grave. Hay un problema real de educación y respeto. Lo peligroso es que avanzamos en los años y en los tiempos y parece que hay un sector que no aprende, no porque no tenga capacidad, sino porque no les interesa y no quieren. Es inconcebible que en pleno siglo XXI haya cafres que porque una persona tenga un color de piel distinto se sientan superiores y consideren que insultar es lo mínimo que pueden hacer. Es falta de cultura y lo peor es la falta de interés por salir de ese estado, el de la estulticia.

Curiosamente, el sábado no solo vivimos el lamentable episodio con Williams. Antes del partido un grupo de descerebrados, me niego a llamarles aficionados, quedaron en las calles de Cornellá para darse de leches. Entiendo que unos y otros, o no tuvieron al aitite Tomás para decirles desde bien pequeños que hay ciertas cosas en la vida que no se pueden ni deben hacer, o si lo tuvieron lo olvidaron y se parapetan detrás del grupo para no hacer frente a sus complejos y actuar cobardemente.