NO se fíen de las apariencias. Esas mozas de ahí arriba asistieron embozadas al partido amistoso que el pasado viernes disputaron en el King Saud University Stadium de Riad Brasil y Argentina por razones muy dispares. Una tenía frío, así que optó por el niqab, prenda adusta y recogida que además le garantiza el anonimato por si acaso le daba por hacer el ganso; y la otra se puso el niqab para vacilar un rato con los forasteros, garotos y pibes que allí estaban en alegre biribilketa. Descarten, en consecuencia, lo que están pensando. Ni mamá, papá, hermano, tío, primo, muftí o imán han intervenido en el asunto de sus vestimentas, y por descontado que si la Confederação Brasileira de Futebol y la Asociación del Fútbol Argentino accedieron a disputar el superclásico de las américas en la capital de Arabia fue para ayudar en la emancipación de la mujer saudí, hasta conseguir la equiparación en derechos con los machos del lugar. Por descontado que el gesto solidario es rotundamente extensible a la comunidad LGTB, para que al menos asome el morro desde las catacumbas en las que habitan. Descarten, también y en consecuencia, lo que están pensado. Porque de ninguna manera la CBF o la AFA asintieron a jugar tan lejos por dinero, si bien los petrodólares serán bienvenidos para distribuirlos entre pobres e invertir en obras de caridad.

Es en este contexto humanitario, de prospectiva elocuente, donde hay que contextualizar la determinación de Luis Rubiales por llevar la Supercopa hasta Arabia Saudí en las tres próximas ediciones. No en vano, durante ese tiempo, la RFEF se ha propuesto llevar a cabo un ambicioso plan destinado a procurar la emancipación de la mujer, y no pararán hasta arrancar de aquellos arenales sus atávicas costumbres.

Descarten, en consecuencia, lo que están pensando.

Ahora bien. Como a nadie amarga un dulce la pasta que recibirán a cambio (120 millones de euros, aunque el acuerdo con el príncipe Abdullaziz bin Turki Al-Faisal se mantiene bajo confidencialidad) será destinado a los clubes modestos y al desarrollo del fútbol femenino, luego miel sobre hojuelas.

Luis Rubiales, por una lado, adopta el perfil de un evangelizador contumaz al tiempo que sugiere la viva estampa de Robin Hood. ¿O acaso arrebatar a balonazos una millonada a la realeza saudí para desparramarla sobre fútbol de bronce español no sugiere galante bizarría?

Pero los personajes de coraje como éste a menudo levantan tanta incomprensión como envidia. Estamos ante un caso paradigmático. No ha tardado ni un suspiro Javier Tebas en trivializar la iniciativa de Rubiales. “Va a resolver todo el tema de las mujeres en Arabia Saudí”, dijo el presidente de LaLiga con evidente sarcasmo, para de seguido proponerle para “el Nobel de la Paz”.

Tebas, en tiempos dirigente juvenil de Fuerza Nueva y votante confeso de Vox, llega incluso a apelar a la vulneración de los derechos humanos para denostar la adjudicación de la Supercopa, amén de llamar “piratas” a los saudíes, a quienes acusa de provocar pérdidas superiores a los 55 millones a LaLiga con los partidos televisados. Es decir, está de uñas por piratas, no por pasarse por el forro los derechos.

He aquí la otra vertiente del controvertido torneo. Con RTVE poniéndose estupenda y descartado emitir la Supercopa, a ver quien es el guapo que la compra, so pena de ser acusado de cómplice de tiranos. Atresmedia y Mediaset también se retiran de la subasta, y se sabe que Mediapro, que administra el canal Gol tv, está a la gresca con Rubiales. Así que el súper torneo redentor que se ha sacado de la manga Rubiales a lo peor solo se ve en Riad y alrededores. Pero puestos a fardar de ética, el presidente de la RFEF le ha recordado a RTVE que sí tiene previsto retransmitir el Dakar, por las dunas sauditas, y por ahí no asoma un atisbo de vergüenza.

Rubiales no está solo. Tiene amparo gubernamental. ¿Recuerdan cuando se destapó una escandalosa venta de bombas a los saudíes y éstos amenazaron con romper un sustancioso contrato para construir cinco corbetas en Cádiz? La portavoz del Gobierno Isabel Celaá salió al paso para argumentar: “Son bombas-láser de alta precisión que no se van a equivocar matando yemeníes”.

Y esto es lo peor de todo. Que encima nos tratan de gilipollas.