PARA ser honesto, he estado en siete finales y las he perdido todas”, dijo Jürgen Klopp al poco de terminar la final de la Champions entre el Liverpool y el Tottenham. Le salió del alma al técnico alemán, un tipo simpático, temperamental y muy expresivo con esa robusta dentadura asomando tras su enorme sonrisa. A este hombre de traza potente los periodistas le preguntaban de vísperas: ¿Entonces, lo suyo es una cuestión de mala suerte? ¿Se considera un perdedor? ¿Acaso cree en brujas? ¿Y qué sabe del fantasma de Karius? ¿Teme que pueda aparecer un sosias de Sergio Ramos chocándose por un casual con Mohamed Salah? ¿No piensa que haber perdido la Premier League ante el City en el último suspiro es un mal augurio?

Semejante concatenación de simplezas tuvo que escuchar Klopp en la antesala del gran partido, y también después, si consideramos que la prensa alemana fue casi unánime al destacar el fin de la “maldición” del técnico de Stuttgart, pero también abundó sobre el mismo tema la italiana, la española y en menor medida la inglesa.

Con este singular panorama se podría dedudir que la final estaba soterrada bajo el albur de un entrenador al que ha mirado un tuerto, y no en función de los bravos reds, futbolistas de tronío, inasequibles al desaliento, como bien supieron demostrar frente al Barça. O el poder que emana de la ilusión, una característica que hace impredecible al Tottenham, capaz de eliminar contra pronóstico al engolado equipo de Pep Guardiola y también a la sensación del la Champions, el insolente Ajax de Erik ten Hag.

El Poulidor del fútbol moderno exclamó concluido el partido: “Lo admito, me siento aliviado”. ¿Será verdad que Klopp también había interiorizado esa nube tóxica que impide refulgir su gran trabajo, antes con el Borussia Dortmund y desde hace tres temporadas en el Liverpool?

“Pondré esta medalla de oro al lado de las de plata”, respondió con indudable sorna el míster teutón y luego improvisó un canturreo a propósito de las seis copas de Europa que ya adornan las vitrinas de Anfield.

Como el Liverpool ejerce un magnetismo especial sobre muchos hinchas del Athletic su éxito también ha sido celebrado por estos lares, y eso que en el bando contrario estaba Fernando Llorente, a quien Mauricio Pochettino recurrió sobre el minuto ochenta por si un casual. Es decir: si al proverbial mal fario que adorna la figura de Jürgen Klopp se le añade la potra que gasta el riojano a lo mejor ocurre el sortilegio, o sea, que igual el balón le pega entre el culo y el brazo, adquiere una órbita desconcertante y se cuela entre los brazos de Alisson, tal y como sucedió en aquel alucinante encuentro frente al Manchester City en los cuartos de final. Ese día renació la estrella de Llorente, hasta entonces opacada por la suplencia infinita, y también su relato: si antes confesaba sin tapujos su deseo de terminar la carrera en el Athletic después se le ha vuelto a ensanchar el universo.

Sin embargo hay quien piensa lo contrario, que al igual que Klopp Fernando también es un pierde finales contumaz, luego el efecto taumatúrgico de recurrir a él en modo desesperado no sirve para nada. Y no es cierto. Es verdad que perdió la de 2012 con el Athletic y la de 2015 con la Juve ante el Barça (3-1), pero solo le dieron cinco minutos, y aunque no jugó en la de 2016, cuando a nómina del Sevilla el equipo hispalense derrotó 3-1 precisamente al Liverpool, moralmente también le pertenece ese título. Como igualmente se puede pavonear de ser campeón del mundo y de Europa con la selección española, aunque también brillara en las respectivas finales por su ausencia.

Con todo, hay que reconocer que el muchacho ha hecho carrera y de nuevo está en el candelero a sus 34 años. Tras el encuentro del Metropolitano, Llorente dijo que no sabe qué le depara el futuro inmediato y Elizegi ha descartado, ya sin ambages, su regreso a la casa rojiblanca.

También parece eliminado de la exigua lista de posibles fichajes Ander Herrera, que deja el Manchester United después de cinco temporadas. Se dice que el PSG será su próximo destino. A la espera de confirmación, sí se sabe en cambio que el fino (y cínico) centrocampista bilbaino deberá comparecer el próximo 3 de septiembre en la Audiencia de Valencia, donde será juzgado por participar en el presunto amaño del Levante-Zaragoza, en la jornada 38 de la temporada 2010-11, poco antes de enrolarse en el Athletic. Por lo que pudiera pasar (y puede pasar) conviene borrarle también de la lista, y que le vaya bonito en París.