Aún no han encontrado esta respuesta, pero sí han logrado después de los atentados -"guerrilla urbana"- contra las torres gemelas de Nueva York (septiembre 2001) reducir los horrendos costes que generaba la lucha antiterrorista. Y también han logrado reducir drásticamente el número de los ciudadanos estadounidenses asesinados por los terroristas: apenas un centenar en el último lustro. A ello hay que añadir que en los últimos años no se ha producido ningún atentado terrorista en los EE.UU. mientras que en el resto del mundo el número de víctimas y daños materiales se ha quintuplicado en comparación con 2001.

Estos éxitos -que distan muchísimo de la erradicación del terrorismo- los han logrado los EE.UU. después de un ruinoso proceso de aprendizaje. Desde el 2001 y hasta hoy, Washington ha desembolsado cerca de cuatro billones de dólares en combatir el terrorismo y la guerrilla en todas partes. Si se analiza esta cantidad cronológicamente, los desembolsos han caído vertiginosamente en los últimos 5 o 6 años. Mientras las campañas de Afganistán o Irak suponían un desembolso anual de 200.000 millones de dólares, la guerra contra el Estado Islámico (2014-2019) rondó solo los 1.000 millones. Y las acciones contraterroristas en el Oriente Medio -principal enemigo, Irán- no requieren más de 60.000 millones anuales.

Pero pese a la enorme reducción de gastos, los éxitos operacionales han sido deslumbrantes: el 80% de los dirigentes de Al Qaeda y el Estado Islámico han sido eliminados y el sistema de identificación, localización y exterminación de los altos mando de las organizaciones y unidades operativas más peligrosas del terrorismo funciona cada día mejor.

Así y todo, la actual estrategia norteamericana contra el terrorismo sigue basándose en el minimalismo presencial. Se invierte, ante todo, en redes de espionaje, unidades operativas altamente especializadas... ¡y en la cooperación de las fuerzas locales ! Ya en las campañas bélicas de Irak y Siria contra el Estado Islámico, los EE.UU. reclutaron gran número de tropas locales para luchar contra los fundamentalistas. La experiencia fue positiva para el Pentágono y ahora la aprovecha el contraterrorismo. La labor de base y las operaciones masivas van a cargo de las fuerzas de seguridad locales, financiadas y entrenadas -en mayor o menor grado- por los norteamericanos. Hoy por hoy, es la opción más eficiente al menor precio.

Lo que no impide que Washington sea muy consciente de que el terrorismo y la guerrilla solamente se pueden suprimir por la vía política y económica. Eliminar la pobreza -en regiones míseras, la guerrilla suele ser una buena alternativa laboral- y eliminar la imagen de los EE.UU. como potencia invasora significaría dejar sin argumentos ni motivación a terroristas y guerrilleros.

Claro que si la meta es evidente, la puesta en práctica es ya harina del otro costal.