S necesaria la reconstrucción para alcanzar la casilla de una vida renovada en el tablero del juego. Es preciso que se conserven las viviendas sin la soga de vivir con la angustia del desplome; son imprescindibles las casas que garanticen su acceso sean cuales sean las condiciones de cada cual; conviene vivir bajo la ley de la eficiencia energética para que uno no se derrita o se congele al compás de la climatología y hay que lanzar un cabo de salvamento para aquellas personas y familias que están con el agua al cuello.

En esa encomienda trabaja Surbisa, nacida para que el patrimonio edificado de la villa sea seguro, accesible, eficiente y ofrezca viviendas de calidad. El paso del tiempo, que todo lo desgasta y erosiona, pone en riesgo algunos de esos mandamientos. Es preciso, por tanto, estar ojo avizor.

No se trata de una proclama bienintencionada, es algo más robusto y rotundo. No en vano, el punto primero del artículo 25 de la declaración de los Derechos Humanos lo expresa con claridad. "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios" El derecho a la vivienda para una vida digna que llevarse a la boca, ¿han oído?

No, no puede, debe hablarse (para a la postre garantizarse...) de una supervivencia de mínimos sean cuales sean las condiciones del barrio en el que uno viva. Desde el Área de Regeneración Urbana de Bilbao han dejado claro su propósito de mantenerse fieles al ADN de la ciudad, a seguir apostando por la rehabilitación y cohesión de los barrios más desfavorecidos, así como por la mejora de los entornos y conjuntos de edificación singulares. Lo predican como un mantra y lo practican con sucesivas partidas presupuestarias que contribuyan a sufragar estas garantías de habitabilidad. Es moverse al compás de los tiempos.