AY que ser sincero: la vida es un tránsito y el mundo es una sala de espectáculos donde el ser humano entra en ella, mira y sale. Eso es lo ocurre, de costumbre, en las carreteras limítrofes, donde cada verano todo se complica a la hora del ir y venir a cada destino con una vocación tremenda de llegar cuanto antes, algo que siempre entraña un peligro si uno se aferra al volante como si fuese la última oportunidad de llegar a su destino a la hora en punto, siempre demasiado pronto si se juzgan las capaciadades de los vehículos de cada cual. Es necesari conducir con precaución antes que con ganas.

Con el volante a la mano hay que se conscientes de que la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces y que es preferible llegar aslgo tarde que no llegar jamás. Han sido tantos los días perdidos a la hora de desplazarse para las vacaciones que ahora que se da vía libre hay un riesgo de precipitación en cada desplazamiento. El consejo más certero es el de recomendar la pérdida de una minutos al volante ante que la pérdida de toda una vida por un accidente. Nadie conduce, por supuesto, consciente de que pone su vida en juego pero hay veces que las prisas fueran la maquinaria hasta el punto de que todo estalle.

Habida cuenta que se acercan las vacaciones a la gente más precipitada les corre un ansie por las venas que ha de controlarse para que no se transmita al cuentakilómetros. Es ahí donde uno entra en la peligrosa ruleta rusa del afán de ganarse un par de horas de más o de menos en los montes o en las playas, como si la vida les fuese en ello. Y en realidad es lo que les va. Nos piden, desde Tráfico, que viajemos atentos a la carretera antes que al destino que nos espera. Es ilógico que así sea pero no siempre ocurre.