medida que van conociéndose las noticias crece la desorientación. Y la población que no está en primera línea de fuego y que no tiene en sus manos el poder de las decisiones, la población pan y melón como usted y como yo, se enreda con las palabras y las ideas puestas sobre la mesa para armar el puzzle. Como les sucede, ¿se acuerdan?, a Les Luthiers, los reyes el humor absurdo. O a Forges, quien mantiene su ojo crítico y mordaz. Acaba de llegarme una de sus últimas viñetas. Un político habla con su gabinete y les dice: "Tenemos que volver a ilusionar a nuestros simpatizantes... ¿qué se os ocurre?", pregunta. Y uno de ellos le responde tajante: "Dimitamos".

No prosigamos por esa contagiosa línea -tengo un amigo que cada vez que oye hablar de las EPI añade "y Blas"...- que se expandió cuando entramos en la "fase faseante de la primera fase", aunque es complicado frenarse. Veamos. La nueva normalidad ya de por sí encierra una contradicción si traducimos lo normal por habitual. Si algo es habitual, por definición no es nuevo. Les hablo de ella porque ahora, cuando se acerca una nueva fase, a uno le asalta la duda: ¿qué comienza, la cuenta o la marcha atrás? Ya se hacen cálculos para el regreso de la juventud al colegio. Tres, dos , uno... ¡Espere, espere! ¿Cómo se sentarán en las aulas? ¿Habrá sitios para todos? ¿Habrá protecciones para todos? ¿Y recursos tecnológicos? ¿Y profesorado? Son preguntas que recuerdan a los muy muy viejos tiempos, cuando la enseñanza no estaba al alcance de todos.

Y de las clases incógnita a los bares fantasma. El lunes entrante podrán abrir sus terrazas y aún no está claro cuánto ni en qué condiciones. Abrir los bares sin pintxos ni poteo suena, al menos en nuestro medio ambiente habitual, algo extraño. Tres, dos, uno... ¡Espere, espere! ¿Cuánto tiempo tendré para consumir, con quién podré hacerlo? Lo dicho: ¿Cuenta o marcha atrás?