HAY algo que mejore con el tiempo aparte del buen vino en la bodega, el whisky de malta en las turbas y las obras de arte en las salas de subastas? Sí, los silver foxes, los zorros plateados. Debido a su edad han alcanzado una posición social y económica confortable y se plantean encarar la madurez con serenidad y pellizcos de humor y picardía. Les gusta la belleza y disfrutan por igual de la soledad y de la compañía. Son los últimos supervivientes, valores al alza en una sociedad que aprecia la imagen, que admira la juventud como si fuese un rasgo de carácter y no una condición de la naturaleza.

He ahí el paso del tiempo que todo lo madura. Y he ahí también el desprecio con el que la sociedad mira a quien, alcanzada cierta edad, no llega niquelado sino con cicatrices, como si fuese un herido de guerra alcanzado en las batallas de la vida. Ya en las cavernas se intuye que la longevidad era motivo de orgullo para el clan, por cuanto eran los depositarios del saber, la memoria que los contactaba con los antepasados. Muchos de ellos se constituían en verdaderos intermediarios entre el presente y el más allá. No es de extrañar que los brujos y chamanes fuesen hombres mayores. La antigua Roma, que otorgó a sus mayores el don de la templanza y el conocimiento derivado de la experiencia, construyó un mundo desprejuiciado y tolerante, donde se luchaba por el poder, pero no se segregaba por raza, religión o ideología. Se admiraba lo admirable y mantuvieron la dignidad de los ancianos; criticaron a los individuos, no así a un período de la vida, del que sabían extraer los mejores zumos. Y así han sido varias las civilizaciones que adoraron el paso del tiempo del hombre hasta hoy en día, cuando todo parece marchitarse. Por eso conmueve ver la reacción, cómo Bilbao echa la vista atrás para sacar enseñanzas de cara al futuro. Es un síntoma de inteligencia.