L fútbol moderno, entendido este como el organizado pongamos que a lo largo de todo el siglo XXI, presenta dos rasgos de carácter en tesorería: vive al límite y llega justo a fin de mes, término que, más allá del panorama doméstico, equivale a fin de temporada. Entre exigencias y necesidades, la caja de caudales lleva un trajín morrocotudo con fichas elevadas y sus correspondientes revisiones (es curioso lo rápido que suben al despacho para ver qué hay de lo suyo los futbolistas -o sus representantes, más bien...- en cuanto encadenan una temporada y pico de buen juego y lo calladitos que están cuando no le dan a un balde...), traspasos, fichajes, ingresos de televisión y otras variables financieras que se me escapan. Es el vaivén de los despachos que todo lo infla, lo sobredimensiona. Es la sexta dimensión del fútbol que, esperemos, se desinflará tras el soponcio de un virus que ha provocado terror en la salud de los cuerpos y en la salud de las arcas.

Ahí el Athletic es otro club diferente, en este caso junto al Barcelona, el Real Madrid y el Osasuna. Como quiera que desde la gestión del club siempre han manejado la tesorería con solvencia, el Athletic esquivó el yugo de las Sociedades Anónimas lo que, traducido, significa que puede sostenerse con eso tan romántico de "un hombre (y una mujer, corrijamos los lemas del ayer...), un voto". Solo era necesario que la junta directiva reinante avalase un tanto por ciento del presupuesto por aquello de no dejarse llevar por la tentación.

Una situación extraordinaria como la actual exige una solución a la altura. La junta que gobierna Aitor Elizegi ha pedido al CSD permiso para meter mano a ese gran tesoro que es el tiempo. Más tiempo para que todo cuadre. Como quiera que el virus nada tiene que ver con su gestión, parece lo justo.