Uno pensaba que los políticos de la derecha ya venían bien educados en urbanidad y buenos modales, como corresponde a alumnos de colegio de pago. Pero qué va. Aún chirría aquel exabrupto que allá por el 2000 el parlamentario del PP Ricardo Hueso dedicó al lehendakari Ibarretxe mientras abandonaba su escaño: “Váyase a tomar por culo”. Y se quedó tan ancho mientras sus conmilitones le reían la gracia. Pero no pasó nada. El pasado martes, cuando el senador catalán preso Raül Romeva pronunciaba su fórmula particular de acatar la Constitución, el exportavoz del PP y secretario de la mesa del Senado Rafael Hernando le interrumpió con un impertinente y chulesco “que se joda, el desgraciao”. Y se quedó tan ancho. Y tampoco pasó nada. Que se joda ¿por qué?, ¿por estar preso?, ¿por ser independentista?, ¿por ser calvo? Daba igual. El caso era demostrar que la derecha sigue teniendo la sartén por el mango y que ni para Romeva ni para el resto de los presos políticos independentistas, ni para rojos o separatistas va a haber tregua.

La sesión de apertura de las Cortes el pasado martes fue un anticipo de la que nos espera. La derecha española tiene muy mal perder y a falta de argumentos ha decidido una vez más embarrar el terreno. Insultos, interrupciones, abucheos, ruido, bronca, este va a ser el escenario que se percibe para esta nueva legislatura. Partido Popular, Ciudadanos y Vox van a rivalizar por demostrar quién la arma más gorda, de forma que Congreso y Senado van a convertirse en ollas a presión con más camorra que debate.

Comenzó el circo con el patético numerito de los 24 diputados de Vox y su madrugón para ocupar los escaños de la bancada socialista, como malotes de Instituto para demostrar quién manda en clase. La altura intelectual del grupo fascista quedó de manifiesto en la batucada que dedicaron a las variopintas expresiones de acatamiento -pero acatamiento, al fin- con que los diputados catalanes presos intentaron en vano hacerse oír. Una delicia cuartelera ver entre esos gamberros fachas al general Agustín Rosety y al teniente general Manuel Maestre, degradados a la categoría de tamborreros, todo sea por España, siempre por España.

A las estrepitosas coces de Vox, no iba a ser menos, se sumó arrogante Albert Rivera sin darse cuenta de que aún no era nadie, que no había jurado nada todavía y carecía de representatividad para gallear como galleó mirando de reojo al pobre Pablo Casado a quien quiso arrebatar por la cara el lugar de jefe de la oposición. El aldabonazo de Rivera pilló por sorpresa a la bancada del PP, que se sumó presurosa al botellón, faltaría más que las derechas advenedizas pretendieran suplantarle en un terreno que históricamente es suyo, y solo suyo.

En la sesión de apertura de las Cortes las derechas viejas y las de nuevo cuño mandaron la cortesía parlamentaria a donde el parlamentario Hueso mandó al lehendakari Ibarretxe. En un anticipo de lo que nos espera, el primer día de presencia en el hemiciclo la bancada ocupada por la derecha extrema y la extrema derecha fue un festival de patadas en el suelo, manotazos en la mesa, gritos e interrupciones como única oratoria. En la política española ese personal es adicto a la bronca y a apagar la voz del adversario en puro berrido. Advertidos estamos. Han llegado a la oposición para no dejar hablar, ni dialogar, ni debatir.

Después de tan bochornoso espectáculo, solo nos queda alarmarnos por la forma en que la derecha española trató a los diputados presos catalanes, representantes de la soberanía popular, legítimamente elegidos por su pueblo y ciudadanos en plena posesión de sus derechos para elegir y ser elegidos. Todavía resonando la zarabanda de la sesión inaugural, es más que preocupante el intento de escaqueo del Tribunal Supremo y la Mesa del Congreso para pretender quitarse de encima el marrón de suspender a los diputados electos y no condenados cuya presencia ni soportan. Todo ello en medio de los berridos de la derechona, artificialmente escandalizada contra la presidenta del Congreso a quien ya amenazan con la reprobación e incluso el procesamiento por prevaricación. Y esto no ha hecho más que empezar.

En fin, esta vez ha sido la presencia de los diputados presos, pero se ha comprobado que las derechas españolas solo están entrenadas para la astracanada constitucionalista y para patear y abuchear todo lo que no les gusta oír.