pARECE que el recurso al procés catalán como tema central del discurso electoral quedó desgastado de tanto usarlo en la campaña de las andaluzas. Y como las derechas extremas españolas necesitan de la crispación para destacar en la competición política, después de llevarse el sofocón demoscópico tras la performance de la Plaza de Colón han recurrido a un clásico cada vez que se encuentran en un apuro electoral: el terrorismo de ETA, la vuelta a los tiempos violentos superados hace una década.

Nunca lo reconocerán, pero los dirigentes de esa derecha española radicalizada que hoy se asocian en PP, Ciudadanos y Vox hicieron electoralismo cuando ETA mataba y no les fue mal. El universo ultra que ayer se camuflaba en el PP y que hoy se disputa a la desesperada la hegemonía de la derecha extrema padece la nostalgia de ETA, de los réditos electorales que les proporcionaban los atentados de ETA, de ETA como acicate para reacciones radicales, de ETA como arma arrojadiza contra la izquierda y ahora sobre todo contra su máximo rival, el PSOE.

La derecha extrema ha vuelto a chapotear en el recurso al terrorismo sin tener en cuenta que ETA hace más de una década que no existe, y a sus portavoces se les llena la boca con disparates como eso de “traicionar a los muertos” que prodigan en sus mítines y divulgan con desparpajo por las redes. Para ello no reparan en exagerar, satirizar o mentir directamente, hasta el punto de que uno acaba sorprendiéndose de que no actúen de oficio jueces y fiscales ante tanta injuria.

Especialmente agresivo, quizá porque le aterran las encuestas y tiene mucho que perder, Pablo Casado ha echado mano de la tradición implantada por Aznar desparramando entre falacias y calumnias el recurso electoral de mentar a la bicha. El resentimiento producido por el desalojo del gobierno de su partido por corrupto, le lleva a afirmar que Pedro Sánchez está donde está gracias a “los herederos de ETA”. Que los dos votos de EH Bildu fueran irrelevantes para la moción de censura, que en esa coalición hay formaciones que jamás apoyaron a ETA, no iba a empañar el discurso tan pretendidamente épico como trasnochado. Pablo Casado proclama con énfasis: “Nosotros lo tenemos muy claro. Nunca vamos a pactar ni a dialogar con Bildu, con los herederos de ETA. Nunca”. No tuvo ningún empacho su partido en pactar con EH Bildu acuerdos contra el Gobierno vasco ya para rechazar los presupuestos, ya para abrir comisiones de investigación, o en sucesivas y múltiples coincidencias con “los herederos de ETA” para desgastar al Ejecutivo de Urkullu.

Ya embalado, Casado se despachó con barbaridades como “tenemos que aguantar que Arnaldo Otegi diga os hemos ganado, han merecido la pena 800 muertos, ha merecido la pena la lucha armada, como ellos dicen, el terrorismo del disparo en la nuca, hemos conseguido ser claves para aprobar unos decretos que el propio Sánchez decía que eran fundamentales para mantenerse en el poder”. Y en el colmo del filibusterismo, soltó aquello de “Pedro Sánchez prefiere manos manchadas de sangre a manos pintadas de blanco”. Una nostálgica vuelta al asesinato de Miguel Ángel Blanco que tantos réditos electorales proporcionó al PP.

Otra de las tres patas ultras, Albert Rivera pretendió llevar a su Ciudadanos al martirio en la foto de su escrache en Errenteria, esparciendo urbi et orbe “el acoso de los herederos de ETA”. Cuando el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, le acusó de haber ido a Errenteria a cosechar “el voto del odio”, la pura realidad, le culpó de “ponerse siempre del lado de los agresores, en vez de las víctimas”. Ya estamos, otra vez las víctimas que, seguro, no serán las que denuncian reiteradamente el uso y abuso partidista que la derecha hace de ellas.

De Santiago Abascal, la tercera y más contundente pata en el tridente facha, qué vamos a contar. Este sacude a la rosa de los vientos. Lo mismo amenaza a “los socios proetarras de Pedro Sánchez que con la complicidad del PNV hostigan a la buena gente de San Sebastián” que sacude al PP acusándole de “traidor a la patria que se arrodilla ante Otegi”. Y como suele suceder, también entre ellos andan a la greña y Abascal tuvo que aguantar que el exportavoz del PP Rafael Hernando le recordase que “salió huyendo” del País Vasco cuando ETA mataba a sus concejales.

Y en ello están, sin darse cuenta que atacar al adversario utilizando a ETA es una señal clara de debilidad que empobrece el debate y un recurso inmoral que solo tiene por horizonte el pasado, el más negro de los pasados.