NO hay debate sobre cualidades pedagógicas o mecanismos de mejor aprendizaje a resultas de la nueva ley de educación. Esta vez, siguiendo el signo de los tiempos, toca hacer fakes sobre la lengua. No es ninguna novedad. Solo retrata un estado de cosas: cuando no hay calidad argumental para aportar soluciones, mejor enmerdar los sentimientos. Escuchamos discursos viscerales que pretenden hacer pasar el castellano por una lengua minorizada cuando ninguna de las demás del Estado tiene una comunidad internacional de centenares de millones de hablantes ni disfrutan de la obligación constitucional de conocerla. En la participación, pongamos que voluntaria, de las realidades sociolingüísticas euskaldun, galega o catalana en una comunidad político-administrativa compartida como es el Estado español, sus lenguas propias son admitidas pero el obligado conocimiento es el del castellano. Pongamos que la realidad sociolingüística española, se admite en la comunidad político-administrativa UE, en la que se participa voluntariamente, pero se exige, como símbolo de utilidad y buena convivencia, el conocimiento obligado del francés, lengua diplomática y cofundadora del proyecto, y las iniciativas educativas que no lo blinden como lengua vehicular sean consideradas antieuropeas. Pues sería otra barbaridad.