O entiendo cómo se plantean algunos debates desde la perspectiva política. Se trataba de convertir este arte en el mecanismo para canalizar y resolver conflictos y superar dificultades colectivas y por alguna razón hay entre sus profesionales quienes lo convierten en un espectáculo gore: hacen sangre y priman las vísceras por delante de otras consideraciones. Ayer ocurrió un poco con el problema de los autónomos afectados por la crisis económica derivada de la inactividad que ha traído la pandemia. Que las ayudas previstas de 3 millones han resultado insuficientes a razón de hasta 3.000 euros por autónomo, es evidente. Otra cosa es que ni se puede dar por hecho que todos los autónomos tengan su necesidad en esa dimensión ni que haya dinero para cubrírsela: concretamente, para los 170.000 autónomos de la CAV, harían falta 510 millones de euros. Pero, con independencia de que en el debate se abstraigan los datos, algunas retóricas no tienen un pase. EH Bildu y Elkarrekin Podemos han debido de registrar el copyright de que el Gobierno solo piensa en Confebask. Lo agitaron ayer de nuevo para contraponerlo con la situación de esos autónomos. No parece inteligente, leal ni realista contraponer los intereses de esos 170.000 frente al resto, hasta 950.000, de afiliados a la Seguridad Social que, al fin y al cabo, trabajan en empresas asociadas a Confebask.