Los mejores años han quedado atrás y las perspectivas van a oscurecerse algo”. Con esta frase, el comisario europeo Günther Oettinger anticipaba el pasado martes los malos augurios que, 24 horas más tarde, confirmaba la OCDE: La economía europea, y más concretamente la eurozona está sufriendo un frenazo. Posteriormente, y ya por la vía de los hechos, el Banco Central Europeo (BCE) admitía el jueves la gravedad de la situación anunciando dos medidas: Por un lado aplaza unos meses la próxima subida de tipos y, por otro lado, aprueba una nueva oleada, la tercera desde el inicio de la Gran Recesión, de liquidez para los bancos.

Tanto la OCDE como el BCE, junto al FMI y la propia Comisión Europea, han venido señalando desde hace meses los principales escenarios de inestabilidad e incertidumbre. Se habla de la guerra comercial entre EE.UU. y China. También la fragilidad de países emergentes se encuentra en la agenda de los problemas. Pero lo que realmente preocupa y asusta tiene tres nombres propios: Alemania, Italia y el Brexit. En efecto, hay síntomas de debilidad en la economía alemana, afectada por los problemas relacionados con la crisis del todopoderoso sector del automóvil. Por su parte, la italiana está oficialmente en recesión, mientras que el ‘Brexit’ sigue aportando grandes dosis de desconcierto e inseguridad.

En este contexto, Europa está en el foco del problema y emerge como una de las zonas más afectadas por estas inestabilidades. Los cálculos de las organizaciones internacionales dicen que la eurozona apenas crecerá un escuálido 1% este año. Se trata del mayor recorte en las previsiones de crecimiento desde hace diez años, cuando acusaba la mayor crudeza de la crisis. Una cifra demasiado débil como para que un nuevo contratiempo, por muy simple que pueda parecer, no pueda desatar una tormenta impredecible. Y para evitarla, aparece Mario Draghi, presidente del BCE, sacando toda su artillería.

LAS MEDIDAS En concreto, anunció que no subirá los tipos de interés hasta 2020 y que lanzará una nueva ronda de liquidez a la banca con préstamos de corto y largo plazo. El objetivo es minimizar la factura financiera y estimular la concesión créditos. Es decir, pretende aumentar el consumo, así como la inversión de los hogares y las empresas para contrarrestar la temida desaceleración. Da la impresión de que las autoridades europeas han aprendido la lección y no quieren dejarse sorprender como ocurriera hace algo más de una década. Ahora quieren poner la venda antes que la herida. De momento, el BCE pinta el panorama mucho más sombrío de lo que los expertos esperaban.

Claro que, las heridas de la última crisis no han cicatrizado en su totalidad. El empobrecimiento de muchas familias y la precariedad laboral siguen causando estragos en muchos hogares, que se pueden agravar ya que la vulnerabilidad económica viene de la mano de la debilidad en el principal motor europeo: Alemania. Draghi trata de evitar un nuevo incendio, pero tuvo que reconocer que no tiene mangueras ni agua suficiente porque la política monetaria es incapaz de abordar cuestiones internacionales como el frenazo del comercio global que ha supuesto las tensiones entre Estados Unidos y China, lo cual solo contribuye a incrementar los temores. El sector bancario, por ejemplo, retoma el escenario de las fusiones.

De hecho, en Alemania, el consejo de Deutsche Bank ha acordado empezar las conversaciones con su rival Commerzbank con vistas a una posible fusión, según fuentes próximas a la operación han asegurado a la agencia Reuters. No hay más datos al respecto, pero la noticia, aunque sea revestida de rumor sin confirmar, proyecta serias dudas sobre el futuro del sector financiero. También en el sector español se habla de fusiones, pese a la intensa limpieza que están realizando los bancos. Limpieza inmobiliaria, por un lado, y estructural por otro, ya que se están cerrando cientos de sucursales y destruyendo miles de puestos de trabajo. Lo curioso es que los grandes bancos españoles han conseguido en 2018 incrementar sus beneficios más de un 22% respecto al ejercicio anterior.

Queda por ver la eficacia de las medidas del BCE. De momento, nadie parece conforme. Si se cumple la profecía de Günther Oettinger, Europa se está oscureciendo.