Estimado fiestero: se nos acaban los días señalados en el calendario y me atrevo a pedirte un minuto de atención. Tu fiesta no es tuya, perdona que te lo recuerde. Puedes ser tan inmaduro como para seguir el dogma “culo veo, culo quiero”, pero nada se toca sin permiso. No confundas ser simpático con que otro imbécil como tú te ría la gracia. Tampoco existe el derecho a mear en portal ajeno y sí la obligación de mantener limpia tu ciudad o la mía de los restos de tu botellón. Serás bienvenido si llegas con lecciones de civismo aprendidas. Si no es así, lo siento, no me verás en la caterva que denuncie tu detención.