IÑAKI Williams filtró un magnífico pase interior que Viguera interpretó al vuelo, y cuando entraba en el área del Getafe con el balón controlado le derribó Velázquez. Se acercaba el descanso del partido. Williams no tuvo su noche, pero fue coprotagonista de la jugada definitiva. Penalti, decidió el simpático (cuando pinta bien) trencilla Mateu Lahoz. Y además expulsión del central del Geta, por incontinente. Estaba el gran Aduriz, y como todo el mundo esperaba lo transformó en gol. Intuimos entonces que el partido solo tenía color rojiblanco. Los futbolistas del equipo madrileño maldijeron su suerte, y luego bajaron los brazos. La hinchada rojiblanca sacó el bocadillo y se lo zampó durante el intermedio con solaz, imaginándose una plácida segunda parte repleta de matices y una sinfonía de bienestar.

De poner algún pero a la feliz sesión, habría que ponderar sobre Aduriz, que pudo forrarse a goles el tío y se quedó en solo dos, pero tan oportunos (minutos 45 y 46, en la reanudación) que definitivamente carcomieron la moral del Getafe.

En cambio, Williams y Viguera siguen secos al respecto en la competición liguera, ya les vale. Sin embargo compartieron el relámpago que iluminó la noche y también quedan bendecidos, faltaría más. Ibai Gómez comienza a carburar en esta nueva oportunidad que el destino le ha brindado con la lesión de Muniain y por fin atinó con la portería contraria. Desconozco si sigue vigente la campaña de Bacalao Eguino, que prometió donar once kilos del sabroso pescado a los comedores sociales de Cáritas Bizkaia por cada gol que marcara el ‘11’ de Santutxu o expiró por incomparecencia del susodicho. En cambio sabemos que Markel Susaeta ha sido padre, no en vano se metió el dedo gordo de su mano derecha en la boca, un gesto generalizado entre la grey futbolística para propagar a los cuatro vientos, a modo de ecos de sociedad, la feliz noticia. Ignoro si la criatura ya gatea, pues hace tiempo que el jugador eibartarra cayó en una especie de sopor que le ha mantenido en Babia demasiado tiempo, para desgracia del Athletic y de sus fervientes admiradores, que tanto añoramos sus imprevisibles requiebros.

Susaeta, además, dio un preciso pase de gol a Ibai, y lo mismo hizo en la jugada del segundo tanto de Aduriz el capitán Iraola, que vuelve a recuperar el pálpito de la competición en el momento de la verdad.

Vimos, aunque poco, incluso a Kike Sola, desbordante de salud. Tan acicalado, hecho un pincel. Natural, pues apenas sufre el desgaste físico que impone el rigor de la competición y encima cobra de maravilla, el muy bribón. Cosas de Ernesto Valverde, él sabrá, que ya habla sin tapujos de conseguir la séptima plaza y pasear el palmito en Europa, porque hay mucho en juego. Está la ilusión del personal, que después de atragantarse con una infame semana, ha recuperado la esperanza. Está próxima la firma del decreto sobre el reparto de los derechos televisivos, y ya se habla de una oferta de mil millones, un dineral que se repartirá conforme la categoría y solera de cada club, pero también al amparo de los resultados.

Y hay que ganar además para llegar al 30 de mayo con la moral por las nubes, pues eso significará que el Athletic habrá cumplido con las expectativas creadas, alcanzando buen puerto al cabo de una borrascosa singladura.

El caso es que uno se pone ñoño y blandengue con partidos así, una paliza en toda regla al Getafe, nada del otro mundo, para qué nos vamos a engañar. Aún más. Después de ver al Real Madrid y sobre todo al Barça pasarlas canutas ante sus respectivos rivales, el Málaga y el Valencia, porque ya flaquean sus fuerzas a causa del desgaste físico y mental de la Champions, incluso comienzo a albergar un poquito de optimismo ante la final copera. Se trata de llegar con la sensación del deber cumplido, que siempre exonera, y con la apasionante perspectiva que tienen los muchachos de entrar en la leyenda derrotando al poderoso equipo azulgrana en su propia guarida, notición que resonará por todo el universo con la contundencia del Maracanazo.

Definitivamente, el 4-0 al Getafe me ha dejado sedado.