CUANDO fray Diego Mainz anotó el octavo gol del Real Madrid en propia puerta Cristiano Ronaldo soltó un lastimero grito y miró con mal ojo al desventurado defensa rival: el tierno central del Granada Club de Fútbol Hermanitas de la Santa Misericordia del Corderillo Pascual le quitó un balón que le venía a huevo para anotar el que hubiera sido su quinto tanto en el partido, todo un récord personal para el insaciable delantero portugués. Pero no solo le quitó el quinto. Este buen hombre, Fray Diego Mainz, que además tuvo la sutileza de no arrear una patada a un jugador contrario ni por equivocación, también le arrebató la inconmensurable gloria de haber marcado un sexto, ya que el noveno gol, que cerró la degollina nazarí, también fue obra del implacable Cristiano. Jesé tuvo el detalle de consolar al inconsolable fray Diego Mainz, pues en día tan señalado, la Resurrección de Nuestro Señor, como que salía del corazón un gesto de lastimera piedad con el derrotado hasta la humillación equipo andaluz. Pero Cristiano olía la sangre sarracena. Excitado, transido y medio ronco de gritar hasta en cinco ocasiones ese gutural ¡¡suiuuu...!!, que nadie le viniera con memeces: si podía marcar ocho, pues marcaba ocho, y el Granada Club de Fútbol Hermanitas de la Santa Misericordia del Corderillo Pascual estaba en condiciones y situación de regalarle semejante placer, pues sus jugadores bajaron los brazos al primer arreón y de pura indolencia se entregaron en cuerpo y alma al martirio. Así que Ronaldo se puso las botas sin escrúpulo alguno, y así pudo alimentar con frenesí su enorme ego después de padecer una mala coyuntura personal, Irina, amor, por qué me has abandonado. Y la mañanita le salió a cuenta: superó a Messi en la vertiginosa carrera por el Pichichi (36 frente a 32). Resulta que el la criatura ha conseguido 17 goles más que todos los futbolistas del Granada juntos a lo largo de los 29 partidos de Liga disputados hasta ahora.

Y sin embargo la afición del Bernabéu asistió a la enorme estrago con aire de indiferencia. A cada gol, en vez de hacer la ola de puro alborozo, apenas musitaba: ¡ah!, otro. Y de Ronaldo. Pues qué bien. Pero es el Granada... Ya podían haber guardado alguno para el día del Camp Nou.

He ahí la cuestión. Ocho horas después y sin tanta alharaca, al Barça le bastó con un escuálido gol de Mathieu en Vigo para sumar exactamente los mismos puntos que el Real Madrid, mantener firme su distancia de cuatro y el liderato, cuando faltan nueve encuentros para la conclusión del campeonato.

Y qué diferencia de aquel Granada que en la cuarta jornada, a finales de septiembre, se encontraba en el quinto puesto de la tabla y arrancó de San Mamés una victoria histórica de aquella manera, con el inefable Joaquín Caparrós al frente ¡clasificación, amigo! Entonces el Athletic estaba en pleno desconcierto, dando palos de ciego y navegando a la deriva. Hasta que llegó el mes de noviembre y el equipo de Ernesto Valverde engarzó cinco encuentros consecutivos sumando cuatro victorias, incluida la del Sevilla, y un empate, frente al Valencia, su rival del jueves, y en Mestalla. Pero después, insospechadamente, regresó a la senda de la depresión hasta que liberado del agobio que suponía la competición europea y lo bien que sentó anímicamente eliminar al Espanyol en la semifinales de Copa, el Athletic recuperó el pálpito y volvió a enhebrar otra maravillosa singladura, que concluyó el pasado sábado en la capital andaluza, con una torrija considerable. La comparación entre una buena racha y otra viene a cuento de cómo, de repente, el Athletic es capaz de tirarse a la bartola cuando más necesita demostrar su poderío y ambición. Porque sigue vigente el reto de procurarse la séptima plaza para darle vidilla a lo que resta de campaña, con la Europa League en lontananza a modo de premio y afrontar con buen talante la final copera. De lo malo, la lesión de Muniain parece que no es para tanto. Pero Iraizoz volvió a cantar por peteneras. Y ya va siendo hora de que Williams de un paso más en su escalada al estrellato y anote un gol. Y si encima lo hace Guillermo, a la sazón delantero de profesión, pues no te cuento nada...