EL 18 de diciembre de 1979, en la página cuatro de la sección de local del Periódico de Huesca, aparecía un remitido sobre unos incidentes al término de una manifestación contra el Estatuto del Trabajador: “... los miembros de Fuerza Nueva actuarán con la gallardía y la energía necesarias para defender los valores de la patria”. El texto lo firmó Javier Tebas Medrano, delegado provincial de Fuerza Joven de Aragón, los cachorros de Fuerza Nueva.

Han pasado más de 35 años desde que el actual presidente de la Liga de Fútbol Profesional defendiera con vigor la herencia franquista, aunque tal vez aquel ferviente fascista ha evolucionado en su ideario. Y hasta es probable que ahora vea con buenos ojos la democracia y sus consecuencias. ¿O no?

En enero del pasado año Tebas visitó en la cárcel a José María del Nido, condenado por el caso Minutas, e impulsó entre los socios de la LFP la solicitud de un indulto al Gobierno en favor del presidente del Sevilla. Del Nido también formó parte de Fuerza Nueva, pero seguro que esa circunstancia solo es una casualidad de la vida y en la petición del indulto para nada tuvieron que ver las afinidades ideológicas con el compadre andaluz, sino la convicción de que al chorizo en cuestión había que sacarle de prisión por su cara bonita, colega, lo cual es todavía peor. Mira por dónde Ángel María Villar, que se lleva a matar con Tebas, también visitó a Del Nido en el trullo e igualmente solicitó el indulto, pero no se le recuerda cantando el Cara el Sol prietas las filas junto a Blas Piñar.

Villar y Tebas tienen alguna que otra coincidencia más: son los responsables máximos del fútbol español y de que la final de Copa se haya convertido en un desbarajuste por la falta de previsión, criterio, rigor y control sobre la designación de la sede que acogerá la gran fiesta futbolística, propiciando la aparición de una caterva de advenedizos cargados de odio y ansias revanchistas por el mero hecho de que son el Athletic y el Barça los que disputarán el trofeo, como muchas otras veces, y también, como en tantas otras ocasiones, a sus respectivas aficiones les sale del corazón silbar el himno español y al rey ejerciendo un derecho sagrado de la democracia, la libertad de expresión.

En consecuencia, hay que comprender al esclarecido Javier Tebas cuando el pasado jueves dijo que “voy a trabajar para que no se produzcan silbidos al rey ni al himno nacional”. ¿Y de qué forma va a trabajar el hombre?, pues suspendiendo, si de él dependiera, la final de la Copa. “El himno es uno de los símbolos de la final de la competición y no se puede tolerar que se le pite”. Es decir, que actuará “con la gallardía y la energía necesarias para defender los valores de la patria”. ¡Santa Madre de Dios!, pero si es igualito a lo que escribió hace 35 años, cuando el exabogado de Piterman y coautor de la mayor tropelía sufrida por el Alavés en su historia, llevaba con hidalguía su condición de militante con rango en aquel siniestro partido.

Me parece que Tebas se ha convertido en un verdadero peligro público, capaz de provocar un altercado de incalculables consecuencias por una simple cuestión de discrepancia ideológica. Pero fueron los propios socios de la LFP quienes han consentido que medre en su seno este turbio personaje, conspirador y con un pasado que regresa con furia para conturbar la convivencia social confundiendo la pasión futbolística con la perversión política.

Queda todavía mucho para el 30 de mayo y mucho me temo que las trifulcas de la campaña electoral van a emponzoñar todavía más el asunto. A la espera de acontecimientos, lo cierto es que al Athletic le ha sentado la mar de bien clasificarse para la cita, soslayando incluso su condición de víctima propiciatoria frente al poderoso Barça. Porque haber eliminado al Espanyol le ha devuelto la autoestima y relanzado con tesón en la carrera por la séptima plaza, la puerta de entrada a Europa. Cuatro victorias ligueras consecutivas avalan esta evidencia. Hay un objetivo claro y apasionante. Y en este clímax irrumpe Iñaki Williams, al que solo le falta reencontrarse con el gol para convertirse en auténtica sensación. En el anhelado relevo (si procede) del sensacional Aduriz.