ERNESTO Valverde dijo la víspera que encaraba el partido contra el Málaga con “mucha ilusión por empezar de cero” la segunda vuelta, y después del encuentro no perdió para nada la compostura, ni alteró el biorritmo, ni el buen pálpito, como debe ser en un líder con temple: “Prefiero quedarme con lo positivo y es que el equipo ha estado bien. Hemos ido siempre a por la victoria (...) no hemos ganado, pero tenemos un punto más que en la primera vuelta”, reflexionó el técnico rojiblanco en voz alta, en vez de rasgarse las vestiduras, o maldecir por las evidentes carencias del Athletic, que para eso ya habrá tiempo de sobra, si llega el caso, que está por llegar.
De momento hay que mantener la moral alta y recurrir a esa imagen tan sugerente y socorrida de los brotes verdes, aunque estemos en pleno invierno, o sea, que son carámbanos, sobre todo porque el próximo jueves tendremos otra noche malagueña, y entonces sí que habrá jarana de la buena: en juego está el pase a la semifinal de Copa. La ilusión que alimenta la santa paciencia del personal, que no ve una victoria liguera de su equipo en San Mamés desde el pasado 21 de noviembre. ¿Recuerdan? Fue un 3-1 al Espanyol y el Athletic sumó entonces diez de los últimos puntos disputados en aquel mágico mes. Marcó ¡Viguera! e incluso Ander Iturraspe anotó un gol de bandera. Nos la prometíamos tan felices: la crisis ya es agua pasada, concluimos. Y un cuerno.
Iturraspe es el fiel reflejo de la deriva anterior y posterior experimentada por el Athletic, especialmente en los jugadores que por categoría (y sueldo) están llamados a marcar diferencias y tirar con brío del carro.
Iturraspe no jugó ayer, consolidando su papel de suplente, cuando hasta hace bien poco lucía rango internacional. Tampoco Iker Muniain, más que nada porque cumplía el segundo partido de sanción por irse de la lengua con el árbitro en otra demostración de su eterna adolescencia mental. Me parece que Aymeric Laporte ya no está en los planes del Barça, si alguna vez lo estuvo. De Ibai no queda ni rastro de aquella deslumbrante promesa (marcaba goles y todo), y no hay mucho más que añadir de Markel Susaeta, enredado en un denso bucle del que no sabe salir.
Pero hemos quedado que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. Por ejemplo ya respiro con cierto alivio, conocido que los chicos no están ahora con el guapo subido y, en consecuencia, ningún equipo de campanillas vendrá por aquí con un ofertón que les deje lelos y resquebraje su inquebrantable fidelidad hacia el Athletic.
También comenzamos a tener meridianamente claro que a estas alturas de la temporada se impone por fuerza un objetivo incuestionable, salvar la categoría, así que, como tan certeramente advirtió Valverde, tenemos un punto más que antes y, por tanto, la zona de descenso está un pasito más lejos. Pero, ojo, que además sigue incólume el flanco europeo, y por ahí aún puede pasar de todo, y hasta bueno, y existen precedentes cercanos. Y el jueves toca otra noche malagueña, y hasta igual nos marcamos unas palmas flamencas y olé.
Para conseguir eso seguro que Ernesto y sus muchachos han tomado diligente nota sobre lo acontecido ayer, especialmente cuando Mikel San José batió a Kameni y el turbio momento posterior. Esa sensación de laxitud, de abandono que se apropió de los jugadores rojiblancos, y no me estoy refiriendo exclusivamente a Laporte. Un tremendo error colectivo de atención por el que se coló Javi Guerra, el gol del empate y de nuevo las sombras.
Pero hoy no toca hablar de oscuridad, sino de luz y esperanza porque aún palpita mucha la vida. San José volvió a celebrar su gol de aquella manera, poniéndose los dedos alrededor de los ojos a modo de gafas mágicas, con cristales de color de rosa. Vi a Unai López salir con determinación, ganas, ambición. Pidiendo la pelota, ofreciéndose y desplegando momentos de fútbol aquilatado. Ahora entiendo el empeño de Valverde en protegerle, en darle minutos y confianza. Se adivina mucho porvenir en este joven león, porque está echando los colmillos en plena hambruna.