NO hubo coros indecorosos en las gradas de Anoeta, así que el derbi vasco transcurrió bajo cauces deportivos y en consonancia con la decencia que el nuevo catecismo del Comité contra la Violencia va a imponer en breve para intentar erradicar de los estadios al personal que acuda con ánimo de descargar sus frustraciones mediante el insulto, las injurias y la calumnia. Hay aficiones que van tomado la iniciativa poniéndose en faena, y con el mismo ánimo de chirigota con el que antes unían sus voces para llenar de algarabía un espacio lúdico como es un campo de fútbol han trucado las palabras para soslayar el código de reeducación social que se pretende elaborar al amparo de un acontecimiento criminal, como fue la trifulca ocurrida en los aledaños del Vicente Calderón el pasado 30 de noviembre, donde un hincha de los Riazor Blues murió molido a palos por seguidores del Frente Atlético. Donde antes se gritaba “¡Eeeeeeeee... cabrón!” cada vez que sacaba el portero, en el gaditano Ramón de Carranza se pudo escuchar “¡Eeeeeeeee... campeón!”, y todos se quedaron tan contentos, no vaya a ser que alguien de mente obtusa pudiera observar ruindad en la socorrida expresión. O sea, que una palabra tan común en la vida diaria como es cabrón adquiere talante de exabrupto y se ha viciado hasta el extremo de merecer castigo si se pronuncia al amparo del fútbol: ¡qué miedo dan estos modernos inquisidores!
Otra palabra muy trillada es puta. La muy ladina, depende de dónde la coloques en la frase o con quién la asocies lo mismo se viste de zorra que se disfraza de calumnia y te joden vivo. Pongamos otra expresión, por desgracia muy popular: “Ese portugués, que joputa es...”. En Almería también sacaron punta al asunto: “Ese portugués, que guaperas es”, le regalaron a Cristiano Ronaldo, aunque eso ocurrió antes de que enchufara dos goles al equipo local. En muchos estadios se está poniendo de moda, previo ensayo y acuerdo entre los colegas de la zona, cambiar el visceral “¡hijo de puta...!”, por el forzado “¡Hijo de fruta...!”, con lo cual el hincha puede descargar parcialmente su enojo sin patear el nuevo catecismo, so pena de provocar el cierre parcial del sector desde donde se lanzó la grosería.
En cierto modo, la situación comienza a adquirir aires de vodevil cuando no de esperpento. Recurramos a Messi, el otro monstruo (¿se podrá decir monstruo?) balompédico: “Messi, pero qué bien juega el hijo puta” ¿Es un halago o un insulto? ¿Y qué dirá el futuro manual? ¿y los exégetas que lo interpretan?
A la espera de saber si son galgos o podencos, la afición de la Real Sociedad y también del Athletic homenajearon ayer a Aitor Zabaleta, el seguidor txuri-urdin asesinado hace 16 años en los aledaños del Vicente Calderón, porque entonces como hoy la barbarie truculenta ocurre fuera del recinto futbolístico y al amparo de peñas ultras y fascistas como el Frente Atlético, expulsada del club colchonero ahora, a resultas de un terrible suceso, no sin antes amamantar su impunidad durante 32 años. ¿Y también se va a poner coto a la calaña que menudea en los campos de Tercera o Regional, donde el campo no está repleto de cámaras vigilantes bajo la supervisión del Gran Hermano? Sucedió ayer mismo: El entrenador del Calahorra, un equipo alevín de Córdoba, casi le rompe la mandíbula de un puñetazo al árbitro, un chico de 15 años, que previamente fue insultado, amenazado... Y así...
Bajo este ambiente de alarma social y sin aristas en lo particular, el derbi transcurrió bajo el sosiego y acabó con un resultado que no disgusta del todo a nadie, teniendo en cuenta cómo discurrió, con un gol tempranero de Carlos Vela, pesadilla para el Athletic durante el primer tiempo, y el empate firmado por Oscar de Marcos, cuando la tropa bilbaina tomó el mando del partido y se barruntaba la victoria rojiblanca. Hasta que Laporte atizó un mandoble a Xabi Prieto, fue expulsado y el asunto se puso hosco. Ya lo dijo Valverde de vísperas: “Las urgencias nos van bien porque siempre reaccionamos”, y la situación del Athletic no estaba de Cruz Roja. Y la Real, de ganar, solo gana a los grandes, léase Madrid y Atlético. Y el Athletic... no está para esos alardes.