Catalunya con la Diada y Escocia con su referéndum del 18 de septiembre son hoy la referencia obligada en la política europea. Dos naciones en marcha hacia la independencia, a pesar de las amenazas y campañas manipuladoras de los gobiernos de Madrid y Londres.
La independencia no es una idea abstracta, de banderas al viento y gente con ganas de lío. La independencia es para vivir mejor, con recursos controlados por y para las personas que los generan y necesitan. Tan mala no será cuando los Rajoy, Sánchez y Díez defienden con ardor su nación y hacen votos de españolidad (a la que tienen derecho, pero en su casa, no en la nuestra). ¿Conocen a alguien en la política española o inglesa que haya renunciado a la independencia de su bien amada patria? Yo no.
Algo tendrán que ganar quienes se niegan frontalmente a que nos responsabilicemos de nuestro futuro. Sus pretendidas “buenas intenciones” (no estaríamos en la Unión europea, viviríamos peor?) me generan aprensión y recelo ya que las defienden atacando con intimidaciones y provocaciones. Sospechosamente recurren, además, a la palabra solidaridad. En el caso vasco, la tenemos y mucha (con los cupos del Convenio y el Concierto); por no hablar de nuestro gasto público en inversiones varias, que en teoría corresponden al Estado y del que no llega ni un euro.
El gran éxito de la Diada, con centenares de miles de personas manifestándose pacíficamente en defensa de su nación y del referéndum del 9 de noviembre, ha tenido una enorme repercusión internacional. Negarlo es mentir. El pueblo catalán salió a la calle a participar en la vida política y a defender su futuro, no a imponer.
Por el contrario, la españolidad centralista reaccionó con la misma ruindad y bravatas de costumbre. Oímos de todo: a quienes se empeñan en mantener la herencia espiritual de aquel que se reunió con Hitler en Hendaia y azuzan el enfrentamiento comparando las ideas nacionales con el nazismo o a un patético Rajoy defendiendo la unidad de España con la donación de órganos (como si ese ejercicio de generosidad también estuviera en entredicho). ¿Alguien con dos dedos de frente puede decir algo así y no morirse de vergüenza? El sistema de trasplantes es riguroso y trata de salvar la vida de quien lo necesita, para lo que no hay que pedir ni carné ni pasaporte. El discurso admite muchas revueltas pero la política seria nunca insulta la inteligencia de la ciudadanía.
Estaba tan inspirado Rajoy el día de la Diada que hasta trató de engañar al pueblo español almibarando su mala situación socio-económica con ideas tan sinsorgas como que “España es un país vertebrado moral y emocionalmente en torno a proyectos de futuro”. Estupendo. Que les vaya bonito, como en la canción de Chavela Vargas...