Erre que erre
EN el PP lo tienen claro. Las boutades que nos regalan sus voces autorizadas no son fruto de la casualidad. Estoy convencida de que todo responde a un plan preconcebido de claro carácter fundamentalista contra lo que huela a democracia. El partido de Rajoy (que ni sabe ni contesta), de Aguirre (la que se escapa de la Policía) o de Urquijo (obsesionado con que pongamos la bandera española) no ceja en su empeño contra el bien común.
Son tantos y tan variados los ataques al estado de derecho que es fácil olvidar cuánto vamos perdiendo. El PP se camuflaba en su último programa electoral con compromisos tan atractivos como lograr una sociedad próspera, justa y solidaria, con acciones de gobierno basadas en la transparencia y la responsabilidad para garantizar la educación, la sanidad y el bienestar de toda la ciudadanía, sin excepción. Por ahora han hecho todo lo contrario.
Está claro ya su objetivo ideológico de implantar un régimen ultra-neoliberal con una importante minoración de libertades y derechos democráticos. Por eso atacan lo que haga falta. No se libra ni el poder judicial: un juez que intentó aclarar unas operaciones financieras cuando menos sospechosas es juzgado; a otra le impiden participar en la Comisión del Foro Social para el impulso del proceso de paz los elegidos por el PP, o aquel otro al que han querido callar, desprestigiándolo, para que no llegara al fondo de un presunto blanqueo de capitales por una princesa de las Españas.
Bajar las becas, eliminar poco a poco, o de tacada, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, los de opción sexual, minar el derecho de manifestación, cargar contra los derechos sociales y la subsistencia de la gente? responden a su clara intención de dinamitar con cargas controladas el sistema democrático. Cualquier cosa puede pasar con un gobierno en el que su ministro del Interior da en 2012 la medalla al Mérito Policial a la Virgen del Pilar o hace muy poquito a la de Nuestra Señora María Santísima del Amor. Hasta la Policía se le ha quejado.
En este contexto tan franquista no sorprende la concesión de la medalla de oro de la Comunidad de Madrid a Rouco Varela, "por la labor que ha desarrollado por los madrileños", dicen. Mejor no me extiendo pues ya le dediqué mi agur a Varela desde aquí hace poco tiempo. Sólo un breve comentario: pueden dárselo a quien quieran pero ese señor no es justamente un modelo de respeto a la sociedad madrileña y mucho menos una persona cuidadosa con los valores que, teóricamente, deberían adornar a un jerarca católico, tales como la humildad, tolerancia o convivencia.
Será eso del ambiente lo que ha animado a la presidenta del Círculo de Empresarios a arremeter contra el salario mínimo interprofesional (645,30 euros) y acusar de parasitismo a la juventud y personas desempleadas. Santander, BBVA, ING Direct, CEPSA, Coca Cola, Mercadona, Endesa, Pascual, Orange, Vocento, Quirón, Telepizza? y hasta Eroski son empresas vinculadas a esa asociación que, según su página web, pretende la búsqueda del desarrollo y el bienestar de la sociedad. Confío en que, al menos algunas de ellas, desautoricen tamaña burrada.
Con todo esto me viene a la cabeza una reflexión de Joseph Stiglitz: si el sistema económico no funciona para la mayoría de la ciudadanía y si el sistema político está en manos de los intereses económicos cae la confianza en la democracia (y en el sistema de mercado).