En el pasado era habitual el uso vulgar de esta palabra como superlativo del adjetivo bueno, de hecho no tenía claro si se encontraba recogida en el diccionario de la RAE. Actualmente es común oírla en conversaciones referidas a hechos vinculados con situaciones de conflicto o desajuste legal. No me gustaba la palabra buenismo hasta el punto de creer que era un término inventado para la ocasión, ahora me he dado cuenta de que lo que detesto no es la palabra, sino el modo en el que habitualmente se usa, que de alguna manera trata de difundir la creencia de que solo unos pocos merecen ser tratados bondadosa y comprensivamente. El otro brazo de la balanza lo ocupa el ámbito legal en el que, al margen de la condición social, todos debemos tener el mismo tratamiento: el ceñido a la legislación en vigor.
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