El lugar donde estudio crece de espaldas al respeto. Ofrece pactos de exquisita educación que, tras firmarlos, se volatilizan. Nos venden un sistema constructivo e integrador, pero -a la hora de la verdad- se escupe hollín desde la palestra, dando una mano de febrilidad educativa a sus tan brillantes palmareses. Son profesionales intachables, punta de una pirámide intelectual erigida en torno a la vanidad. Se hacen llamar docentes. Doctoras que necesitan una cura de humildad. Al puzle de la UPV/EHU se le astillan algunas de sus piezas. En 2020, la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación celebraba su 40 aniversario, y hoy, más que nunca, necesita un tirón de orejas. Todas merecemos respeto, pero cada trabajo tachado de “mierda” o “vergonzoso” es una victoria de un sistema contraproducente. Es evidente que hay grandes profesionales, y a estas personas me debo. Habrá quienes se den por aludidas, y les daré la razón. Pido disculpas de antemano. Pero, permítanme pluralizar, estamos hastiadas. A nosotras tampoco nos gusta que la chulería más infantil que a algunas les posee juegue a las tabas con nuestra educación. La tarima ladra y no seré yo quien se ponga el bozal.