Todo el mundo tiene derecho a la queja y libertad de expresión, pero aprovechar el apoyo de la Dirección de la Er-tzaintza a la comunidad gitana -la mayor minoría étnica existente en la Comunidad europea y amparada por legislación específica que obliga a sus estados miembros- para reclamar una petición de reconocimiento para el colectivo de la Ertzaintza, resulta desde mi punto de vista del todo inadecuada, cuando no hasta con un cierto sesgo. La réplica adecuada a estas críticas debe encontrarse en el buen hacer de las y los buenos profesionales de la Er-tzaintza. Los que cada día, a lo largo de sus 24 horas, salen a las ciudades y pueblos de Euskadi, a dar lo mejor de sí mismos con riesgo para sus vidas y a defender los derechos y libertades de todas las personas que convivimos en esta sociedad. Sin que sus actuaciones se encuentren mediatizadas por el origen, etnia, idioma, sexo, religión, capacidades, orientación sexual o ideología de las personas, como siempre lo han hecho desde que la Ertzain-tza fue recuperada en el año 1982 y esto ha sido así hasta en los peores escenarios de amenaza, persecución y asesinato terrorista. Por tanto, no encuentro a este tipo de comportamiento justificación ni beneficio alguno, para una organización a la que he dedicado toda mi vida laboral desde la primera promoción con 21 años, hasta mi jubilación hace tres meses. Este no es el camino. Hau ez da bidea.