De mis lecturas de historia he aprendido que prácticamente toda ella se ha ido construyendo a base de faltas de lealtad. Desde Caín que mató a Abel y Judas Iscariote que delató por 30 monedas de plata, pasando por la traición de Bruto a Julio Cesar, se han ido sucediendo a lo largo del tiempo infinidad de traiciones y felonías. En general tienen que ver con luchas de poder pero lo pueden ser por infinidad de razones, como los jugadores de un equipo de fútbol que se conjuran para jugar mal hasta que echan al entrenador que les caía mal o les hacía trabajar mucho y, tras fichar uno nuevo, que ya sabe con qué gente cuenta, ganan el partido. O cuando un grupo de alumnos hartos de un profesor le hacen la vida imposible hasta que se deprime y pide la baja sustituyéndole uno nuevo, y así hasta que venga quien les caiga bien o les apruebe a todos.
La traición es la historia de la humanidad y la española política no es ajena a la misma, aunque allí tiene la peculiaridad de que a veces rebota y golpea al traidor. Que se lo digan a D. Casado, que fue fumigado del PP por chivarse de que el hermanísimo de su hermanísima se quedaba con comisiones astronómicas por colocar mascarillas.
Las traiciones se multiplican en la debilidad, como la de socialistas contrarios a D. Sánchez, los cuales se han desatado ante un PSOE hundido en el desconcierto por la cantidad de corruptos que pueblan el partido y, por si esto no fuera suficiente para el resistente, han encontrado el modo de laminarlo a poquitos publicitando un goteo de guarros, puteros y acosadores múltiples por toda la geografía patria. Y se ve que disponen de material a cascoporro en un partido que ha debido fichar en los espacios sociales más macarras que uno pueda imaginar. Y verán todos los que quedan por salir. Menuda cuadrilla.