Los árboles no dejan ver el bosque a veces y algo así pasó en Bilbao en la llegada de La Vuelta. Un satisfactorio ejercicio de alineamiento con el pueblo palestino acabó solapado por el exceso de quienes consideraron más importante visibilizarse ellos que proyectar la solidaridad. Las banderas en las cunetas fueron un éxito que le congratula a uno con la especie humana; la invasión por la fuerza de la calzada en meta, una instrumentalización equivoca da. Los árboles del disturbio que ocultan el bosque del genocidio los planta quien ayer salió encantado de conocerse a aplaudir todo lo ocurrido. Triste ego satisfecho. l