Tan cerca y tan lejos
L tiempo que en el Ayuntamiento de Bilbao se debatía sobre la conquista de las calles libres de parquímetros de Arrigorriaga y sus posibles soluciones o la vigilancia de la seguridad de uso en el bidegorri que bordea la rotonda de la plaza Erkoreka y sus necesarias defensas, el mundo entero observaba cómo Vladímir Putin, el viejo zorro espía de la KGB, se lanzaba a la conquista de Ucrania desde su madre Rusia, tan acaparadora que no deja a su hijos que se vayan de casa. Hay días en que las primeras páginas de la vida traen noticias desiguales: los desajustes del tráfico rodado y la paz mundial.
Todo sucede tan cerca, aquí a la vuelta de la esquina; todo ocurre tan lejos, allí en los confines del Este de la vieja Europa. Y siendo imposible pesar ambas historias en el mismo fiel de la balanza, a nada que uno tenga ajustado el termostato de la sensibilidad no puede dejar de mirar a izquierda y derecha, como cuando se dispone a cruzar una calzada. El peligro puede venir por cualquier dirección.
Un pedacito de ciudadanía se congregó ayer tarde frente al Ayuntamiento de Bilbao para protestar por el avance del ejército ruso hacia Kiev. Es la prueba de que no está todo perdido en asuntos de sensibilidad, una vez comprobado cómo los analistas de medio mundo han equivocado sus pronósticos de cabo a rabo. "Es un órdago de Putin que ladra mucho pero no muerde", decían. Y ayer, a las cuatro de la madrugada, lanzó su terrible all in, quien sabe si poseido por el espíritu de aquella otra Rusia de zares imperiales o por la nostalgia de los soviets.
Mientras, aquí en Bilbao, tratábamos de poner orden en casa, que no es tarea cómoda ni sencilla. Es lo que toca, diran algunas voces. Y tal vez lo sea, pero no podemos olvidar que aquella guerra traerá consecuencias. A la ciudadanía de allí y a la puerta de nuestra casa.