MIENTRAS los ciudadanos catalanes padecen los excesos judiciales de unos, los verbales de otros y los incendiarios de otros más, los discursos desde la Villa y Corte apestan a alcanfor. En algún armario de Madrid han estado guardados los mensajes del orden constitucional y la teoría de que se puede hablar de todo en democracia -hablar, no materializar, al parecer-. El problema está en que las voces que se arropan con la rojigualda y enarbolan páginas sueltas de la Constitución son máquinas de hacer desafectos al modelo de Estado. El problema o quién sabe si la virtud. Para modificarlo.