EN los últimos días, meses incluso, mi mente no ha parado de elucubrar, de dibujar los paisajes que se formarían en el día siguiente. El día siguiente a la moción de censura presentada por Pedro Sánchez. El día siguiente a la presentación de los Presupuestos Generales del año 2019. El día siguiente a la convocatoria de las elecciones. Los españoles hemos desentrañado lo que era un misterio hasta este día, por eso debemos hacernos la gran pregunta: ¿ahora qué? Yo, como muchos otros socialistas he pasado el último mes de conjetura en conjetura. Ha supuesto un gran esfuerzo, una aventura que me ha mantenido flotando entre la euforia y el desconsuelo. Por la mañana leía una encuesta triunfalista que adjudicaba una holgada mayoría al PSOE, y a media tarde las redes sociales aireaban otra en la que los mal llamados “trifachitos” barrían. Entre ambas solo había un factor coincidente: el alto porcentaje de quienes “no sabían o no contestaban”. Por la mañana y por la tarde el desconsuelo o viceversa. Aprovechando la frase bíblica cabe decir que “todo se ha consumado”. El PSOE ha ganado con cierta holgura pero la guerra continúa abierta porque la victoria no ha sido todo lo contundente que se necesitaba. Ni con la ayuda de Podemos y el PNV se alcanza la mayoría suficiente. Los apoyos que pudieran llegar de EH Bildu o de los partidos catalanistas son aportaciones envenenadas que constituyen más que ayudas, amenazas. Se impone recuperar la lucidez y obrar con cordura. El PSOE ha de ser, no solo quien gobierne durante los próximos cuatro años sino también el que apacigüe los ánimos soliviantados de la derecha derrotada para que lejos de obrar como un bidón de dinamita, recupere la templanza. Casado y Rivera deben reflexionar y abandonar la locura que les tentaba con armar un gobierno de derecha “extrema”. El llamado “cordón sanitario” debe contar con el apoyo de todas las formaciones, a excepción de Vox, sean de izquierdas o de derechas, nacionales o nacionalistas.