Los coches de formato tradicional pierden adeptos. El público vuelve la espalda a las propuestas estéticas clásicas -compactas de cinco puertas, sedan y familiares- y se rinde con fervor a la corriente del diseño SUV. Ese entusiasmo por los sucedáneos de todoterreno contemporáneos sorprendió al principio incluso a los propios fabricantes promotores de esa moda, que hoy ya alcanza dimensiones globales; de hecho, las tendencias se repiten en todos los mercados europeos. El nuevo canon estético tiene como consecuencia un cambio en el decorado: a más SUV, menos turismos de los de toda la vida.

Aunque varias marcas reclaman a posteriori la paternidad del invento, la moda crossover se fraguó a través de iniciativas tímidas y dispersas. Poco a poco iban surgiendo modelos insólitos que planteaban una especie de evolución domesticada de los todoterreno en boga en otra época. Lo que comenzó siendo un proceso larvado y progresivo, experimentó su eclosión a mitad de la década anterior.

Con todo, en 2015 los SUV, entonces catalogados como vehículos todocamino o crossover, apenas representaban una de cada cuatro matriculaciones españolas, mientras que los turismos de hechura convencional captaban a uno de cada dos compradores. Cuatro años después, los SUV de pequeña y media talla ya habían superado en ventas a utilitarios y compactos. En la actualidad, su porción de mercado ronda el 54%, en tanto los turismos no captan ni el 30% de la demanda.

Lejos de ser una circunstancia local, la hegemonía de los SUV se repite en los distintos mercados europeos. El auge de la inspiración estética todoterreno deja cada vez más huérfanas de clientes a las propuestas de estilo clásico en todo el continente. Estas indujeron el 17% de las ventas de coches en 2013, momento a partir del cual comenzó a declinar su capacidad de atraer compradores. Hoy los coches compactos únicamente seducen al 8% del público europeo.