Mugello era territorio Bagnaia. Francesco era el autor de las tres últimas victorias del Gran Premio de Italia. El piloto local, enrabietado por su discreta temporada, vendería muy cara la derrota en esta nueva edición, más que en ningún otro escenario. Enfrente, Marc Márquez acudía a un circuito hostil. “No sabía si salir a la defensiva”, confesó cuando arrancó el fin de semana. De algún modo, su idea era perder la menor cantidad posible de puntos para el campeonato. Sin embargo, atraviesa uno de los mejores momentos de su trayectoria deportiva. La Ducati le ha rejuvenecido, le permite rozar la perfección. Y eso conjugado con su poderosa ambición le impide renunciar a las oportunidades. 

Para comenzar Marc exprimió el sábado, con su pole número 100, que fue acompañada por el triunfo en la carrera al esprint, el octavo de nueve posibles. Un nuevo golpe de autoridad para minar la moral de la competencia. El domingo llegó la victoria número 93 del dorsal 93, la quinta del curso, y justo en el mismo lugar donde firmó la primera conquista mundialista, que fue en 2010 en la extinta categoría de 125 centímetros cúbicos. Fue un éxito aplastante además. Por cómo se sucedió. Mugello dibujó la carrera más emocionante del año. Con tres pilotos entregados al riesgo, los tres primeros clasificados del Mundial rendidos al espectáculo.

Marc y Bagnaia protagonizaron doce adelantamientos en las siete primeras vueltas, diez de ellos en las cinco inaugurales. Una delicia para los ojos. La secuencia fue una oda al orgullo. Una batalla a pecho descubierto, con el corazón en la mano. Bagnaia inició el duelo en la segunda curva. En ese momento comenzó un intercambio épico. Hubo incluso un impacto de Pecco contra Marc. A tumba abierta. Álex Márquez se mantenía como espectador privilegiado en la tercera posición. El menor de los hermanos se sumó a la refriega en el sexto giro, cuando se aupó al liderato aprovechando los hachazos ajenos.

Álex fue el primero capaz de estirar la carrera. El trío de cabeza, que ya rodaba aislado desde bien temprano, se separó. “Al principio, con el depósito lleno, me costaba. Me iba diciendo que la carrera era muy larga. Cuando han ido cayendo los neumáticos lo he dado todo”, comentaría Marc, que fue optimizando sus prestaciones. El mayor de los Márquez incrementó el ritmo y dio caza a Álex. En la octava vuelta Marc firmó el enésimo adelantamiento para recuperar la cabeza. La maniobra fue una sentencia.

El octocampeón elevó la apuesta. Álex resistió cuatro vueltas a rebufo de Marc. Luego cedió metros. “He dado el máximo”, lamentó Álex. Bagnaia, por su parte, perdía fuelle en la tercera posición. El mayor de los Márquez se marchó en busca de la oportunidad, de una victoria que no alcanzaba en Mugello desde 2014, lo que no deja de ser una evidencia de su nivel actual. “Es una sensación increíble. Era el día de Ducati en el circuito de Ducati. Para mí era muy importante ganar aquí”, celebró Marc, quien irónicamente era abucheado por gran parte de la grada como gran rival del ídolo local, Bagnaia.

Pese a ello, Marc se acercó a la tribuna Ducati para celebrar el éxito. Ante el público ducatista clavó una bandera con el logotipo de la marca italiana al estilo de Jorge Lorenzo. Estaba pletórico. Curiosamente, no ondeó la bandera con el dorsal 93 el día que llegó la 93.

Marc Márquez, por el interior de la curva, rueda en paralelo a Francesco Bagnaia en Mugello. EFE

Marc cumple su primer objetivo

No obstante, hablando de rivales, Marc ya solo señala a uno. “El principal rival lo tenemos en casa. Comemos juntos, dormimos juntos la siesta”, expresó. A estas alturas, Marc admite que el primer objetivo de la temporada era distanciarse a 37 puntos de su inmediato perseguidor en el campeonato, es decir escaparse más allá de la puntuación de un gran premio. En Italia rebasó la cifra; ya está a 40 puntos del segundo clasificado, su hermano y “principal rival”. Y es que Pecco Bagnaia ya figura alejado a distancia de casi tres grandes premios, 110 puntos concretamente. 

Este año, Bagnaia es el rostro de la derrota. Se entregó a fondo. Sin temor. Sin represión. Al ataque desde que se apagó el semáforo. Con absoluta determinación. Con espíritu de victoria o enfermería. Pero de nuevo fue superado por los hermanos Márquez, que han hecho del Campeonato del Mundo un Campeonato de Cervera. Para colmo, a dos giros de la conclusión Pecco fue privado del podio por Fabio Di Giannantonio.

Bagnaia acabó cuarto y dedicando una sonrisa vacía a las cámaras de televisión. Realizando el gesto de ‘otro día será’. Poco antes de esta carrera en uno de sus lugares predilectos, Pecco repasó la cantidad de curvas del circuito que no era capaz de atacar con la velocidad de los años anteriores. Enumeró una media docena en un trazado de quince curvas. Muchísimas. No pilota cómodo con la misma máquina con la que Marc domina, lo que hace que su situación sea aún más desesperante. “Prometo que venía a defenderme y al final me voy con 37 puntos”, manifestó por un lado Marc, mientras que Bagnaia admitió que estuvo “bloqueado, como siempre, como toda esta temporada”. Mundos paralelos radicalmente opuestos.

“Cuando quiero hacer lo que siempre he hecho, se me cierra la moto. Ahora que tenemos 110 puntos de desventaja, espero intentar algo diferente, porque si vamos a seguir así, los problemas serán los mismos. Sé que puedo ganar, pero hay algo que no me lo permite”, comentó el italiano, que además fue llamado por los comisarios para declarar por el contacto con Marc, que quedó determinado como un mero lance de carrera.

La primera moto no Ducati fue la Aprilia de Marco Bezzecchi, en quinta posición. Pedro Acosta, octavo, fue la KTM más avanzada. Joan Mir, undécimo, lideró a las máquina Honda. Fabio Quartararo, que arrancó quinto, se hundió hasta la decimocuarta plaza con la Yamaha. Maverick Viñales, Johann Zarco y Enea Bastianini abandonaron con caídas, mientras que Jack Miller lo hizo por un problema mecánico.