Cuando se le pide a alguien que imagine un pueblo tradicional del Pirineo navarro es fácil que aparezca en la descripción un río a cuya orilla se levante el pueblo, o que lo atraviese, uno o dos puentes de piedra, con sólidas y hermosas casas también de piedra y tejados muy inclinados, una iglesia en el centro del pueblo en un pequeño alto, de calles cuidadas y rodeado de bosque y con las laderas de los montes prácticamente en la puerta. Un paisaje de ensueño.

Quizá no lo sepa quien imagine ese pueblo ideal, pero su descripción se aproximará bastante a la villa de Ochagavía, la más conocida de las que integran el Valle de Salazar, en pleno Pirineo de Navarra.

Ochagavía es una bella localidad enclavada entre dos ríos, el Zatoia y el Anduña, y el monte Muskilda.

A falta de un río, Ochagavía, Otsagabia en euskera y que significa el nido de lobos, se asentó a la orilla de dos, en la misma confluencia del Anduña, y del Zatoia. El primero atraviesa el pueblo pasando por debajo de cuatro puentes, y el segundo lo limita por el oeste. 

El cordal del monte Muskilda, en cuya cumbre está la ermita de la Virgen patrona del lugar, desciende hasta morir en este punto y permite que los ríos que dan vida a Ochagavía se unan y de la suma de sus aguas nazca el río Salazar que da nombre al valle.

Pueblo de estrechas calles

Ochagavía no es un pueblo de monumentos, pero sí podría decirse que resulta monumental. Pasear por sus estrechas calles, contemplando las casas de piedra que le caracterizan, de sólidos sillares, encaladas y bien preparadas para que sus habitantes pudieran soportar el crudo invierno local antes de la llegadas de las calefacciones y aislamiento modernos.

La fiesta Orhipean recuerda los oficios y las tradiciones su pasado ¡con orgullo!

De la importancia de esta villa dan fe varios palacios medievales, entre los que destacan los de Urrutia, Donamaría e Iriarte, así como otras casas blasonadas levantadas entre los siglos XVIII y XIX. 

Aunque se mantengan en pie numerosas casas antiguas, muchas hubo que reconstruir tras el ataque, y posterior incendio, tropas revolucionarias francesas en 1794 durante la Guerra de la Convención. Se dice que sólo quedaron ocho. 

Antes de adentrarse para callejear por las algo empinadas calles de la villa, no hay que olvidar que el pueblo ocupa las primeras estribaciones de las laderas del Muskilda, lo primero que hacen los visitantes es recorrer la orilla del Anduña. El puente de piedra que lo cruza en el mismo centro del pueblo suele protagonizar muchas de las fotos de los turistas. Bajo él, durante muchos años las lavanderas locales acudían a lavar la ropa. Gracias a la llegada del agua corriente y de las lavadoras, esta penosa labor, especialmente en invierno, desapareció. Pero en los últimos tiempos, una vez al año vuelven a su antiguo escenario en el marco de la fiesta Orhipean, en la que se recuerda y reviven los oficios y labores de hace 100 años. 

Tras el matatxerri, unas mujeres preparan los productos.

Tras el matatxerri, unas mujeres preparan los productos. Javier Bergasa

San Juan Evangelista y Muskilda

Cuando comienza el callejeo pronto se llega a la iglesia de San Juan Evangelista, que con su altura domina todo el pueblo. Es una edificación de comienzos del siglo XIII que terminó de adquirir el aspecto actual entre los siglos XVI y XVII.

Por una escalinata se accede a la entrada porticada. Destaca su sólida torre, y en especial su tejado de láminas de madera a cuatro aguas, típico de los edificios del valle. Algo similar se ve en la torre de la ermita de Muskilda, aunque esta última es circular. 

En su interior hay tres retablos de estilo renacentista, del siglo XVI. También destaca el coro que conserva catorce sillas con detalles y figuras desnudas en los brazos y con los respaldos lisos a excepción del principal. Para verla por dentro hay que esperar a que se abra para algún oficio religioso ya que de normal está cerrada al público.

Un prado con ovejas en el interior de la Selva de Irati. P. Cascante

Una vez en el exterior, se puede bordear el templo y continuar el callejeo pueblo arriba se acaba en el camino viejo a Muskilda que sube por el cordal del monte. Los 1.000 metros de altitud de su cima ofrecen una espectacular vista del valle y de los Pirineos. A esta ermita también se puede llegar por carretera. Para ello, hay que cruzar Ochagavía por la carretera que lleva a Izalzu y comunica por el norte con el valle de Roncal, y nada más salir de la villa, un desvío a la izquierda sube hasta la ermita.

Es una iglesia románica del siglo XII que se caracteriza por su torre cónica de tablillas de madera. En su interior, una reja del siglo XV separa el presbiterio del resto del templo y cobija en su interior un retablo con la talla gótica del siglo XIV en madera policromada y dorada con pan de oro de la Virgen con el Niño, patrona del valle de Salazar.

La elección del lugar donde se levantó esta ermita, según cuenta la leyenda, se debe a que un pastor encontró un toro escarbando junto a un árbol. Allí, el hombre desenterró una imagen de la Virgen que bajó al pueblo. Pero cuando la colocaba en un lugar de honor, la Virgen desapareció para volver al monte. Tras varios intentos se interpretó como una señal para edificar en ese punto la ermita.

Las actividades en la naturaleza son el principal atractivo que ofrece el valle a quienes lo visitan.

Todos los años, el 8 de septiembre se celebra una romería en su honor, cuyo más señalado acto es la actuación de los danzantes de Ochagavía. Estos danzantes son ocho y los dirige un noveno, conocido como el Bobo. Todos hombres, acompañan a la Corporación municipal, que luce las galas tradicionales de Salazar, por el camino viejo hasta la ermita, donde se celebra una misa y una pequeña procesión.

Tras la ceremonia religiosa, en el exterior de la ermita, los danzantes y el Bobo ejecutan sus bailes. El repertorio consta de cuatro paloteados: Emperador, Katxutxa, Danza y Modorro, a los que se suman El Pañuelo, como su nombre sugiere es una pañuelo-dantza, y la Jota. A estos bailes hay que añadir el pasacalles que suena cuando los danzantes se desplazan acompañando a la Corporación en su actuación del día anterior en Ochagavía. El primer documento escrito que hace referencia danzantes y el Bobo en Muskilda data de 1695.

El valle de Salazar

Aunque sea Ochagavía el que se lleve la fama por su encanto y localización, el resto de los pueblos del Valle de Salazar, desde Uscarrés, en el extremo sur, hasta Izalzu o Jaurrieta, con pocas variantes son muy similares. 

El paisaje del valle, con la Selva de Irati, uno de los mayores hayedos y abetales de Europa y de los mejor conservados, como incomparable marco, sigue siendo su mayor atracvtivo. El monte Orhi, en la muga con Francia; los pastos de Remendia en Jaurrieta, en dirección hacia la Abaurrea Alta; la sierra de Abodi, el jardín botanico de Andrasoroa entre Ezcároz y Oronz, o la foz de Aspurz, en el límite sur del valle, son enclaves que no hay que perderse durante las excursiones por el Valle de Salazar. 

O’rhiopean, un homenaje a las tradiciones que dan vida

Hay que quien dice que se debe dejar el pasado de atrás para poder encarar el futuro, pero en Ochagavía son más de recordar de dónde venimos para saber que el futuro se sustenta en lo que fuimos. Y es que en ocasiones esas tradiciones son la catapulta al futuro. Por este motivo, el último fin de semana de agosto, en la villa salancenca se celebra Orhipean, la fiesta de los Oficios y las Tradiciones. Su objetivo es muy sencillo, poner en valor el rico patrimonio local y promocionar turísticamente Ochagavía.


Los vecino de la villa dan un salto de 100 hacia atrás y muestran cómo era la vida en la localidad. Las calles se llenan de vecinos vestidos como sus bisabuelos a comienzos del siglo XX y recrean antiguos oficios y tradiciones que daban vida al valle. Pastores, hilanderas, lavanderas, panaderos son algunos de los oficios más típicos, pero el maestro, el cura o el médico tampoco faltan. De hecho, también se recrean espacios concretos, como la escuela, la taberna o la tienda. No faltan las labores como la trilla, la fabricación de queso o pan, lavar ropa en el río, un matatxerri... Un mercado completa las actividades. 


Todo el pueblo participa y todos visten ropa de época, centrándose en la que se usaba a diario. Para esto se ha realizado una importante labor de investigación para reproducir los trajes y vestidos. Por ello no se ven los tradicionales y elegantes atuendos salacencos, que también lucen las concejalas de Pamplona en las grandes ocasiones, sino los más humildes de trabajo y de diario. 


Actividades en la naturaleza

El Valle de Salazar, como el resto del Pirineo, ofrece un marco inmejorable para que los aficionados a las actividades al aire libre disfruten al máximo. Bosque, monte, nieve, río, barrancos... Muchas son las posibilidades entre las que elegir. 


El senderismo es una de las actividades más populares al aire libre y la Selva de Irati es uno de los lugares en los que más se disfruta de ella cualquiera que sea la estación del año elegida para hacer alguno de los recorridos y pistas de que se han preparado desde la Junta del Valle de Salazar y los ayuntamientos han ido habilitando. En invierno son una buena opción para aprovechar y practicar con las raquetas de nieve. 


Para los amantes del mountain bike, las posibilidades son también inmensas. Es posible ascender a numerosas cimas del valle, adentrarse en las pistas forestales o recorrer cordales como el de Abodi y Ori-Gaztarria. Además, el proyecto transfronterizo SASC IRATI se creó un centro BTT en Irati que incluye varias rutas balizadas que recorren la parte de Irati de Salazar y Zuberoa. La intención es ampliarlo al resto de valles y y pueblos. 


Pero cuando el invierno y la nieve se adueñan del valle, es el esquí de fondo, el esquí nórdico el protagonista de las actividades al aire libre. En Ollokia/Abodi se sitúa el Centro de Montaña Irati-Abodi con varios circuitos balizados tanto para el paseo como para el entrenamiento. Las pistas comienzan en la antigua aduana de Pikatua, en la carretera de Larrau a 13,5 km de Ochagavía.


Aparte de las pistas habituales, cuando hay buena nieve existen más caminos interesantes, siguiendo la cordillera de Abodi o bajando por el camino de Koixta, llegando a la ermita de la Virgen de las Nieves.


El barranquismo, kayak, piragüismo, rafting o escalada son otras de las actividades en la naturaleza que se pueden realizar en el valle.