Los miembros de la nobleza titulada, clérigos, abogados, médicos, alcaldes, diputados generales, cancilleres y embajadores, caballeros, brujas, blasfemadores, financieros, tesoreros, mercaderes, criminales machistas, enamorados, mujeres raptadas, maltratadores y violadores de mujeres, y gentes amantes de la cultura son los protagonistas del nuevo libro que acabo de publicar, Miradas desde el medievo. Mujeres y hombres de Álava. Todos ellos cumplieron funciones importantes o tipologías humanas que eran manifestación de la civilización conformada en la sociedad medieval. En este elenco de personajes no solo aparecen los hombres, sino también las mujeres, invisibles o escasamente citadas en las fuentes escritas de los siglos XIV al XVI, aunque constituyeron aproximadamente el 50% de la población.
Los diecinueve epígrafes de los biografiados se han distribuido en cuatro bloques temáticos. El primer bloque, Políticos y administradores. Financieros y comerciantes, contiene epígrafes que abordan la vida del canciller de Castilla don Pedro López de Ayala, la gobernanza de la ciudad de Vitoria-Gasteiz –con una población que rondaba los 5.000 habitantes– por el alcalde Alonso Pérez de Mendieta, el poderío del diputado general de Álava Diego Martínez de Álava, los problemas del rico mercader vitoriano Juan Sánchez de Bilbao y la importancia del financiero y tesorero Juan de Adurza.
El canciller de Castilla, tan religioso como mujeriego, según un sobrino suyo, fue alcalde mayor de Vitoria-Gasteiz y señor de numerosos vasallos en Álava y Toledo. Los reyes de Castilla confiaron en su persona para asentar los lazos entre Araba y la administración regia. Al final de sus días ordenó que le sepultaran en la torre capilla de la Virgen del Cabello en Quejana. El bachiller en leyes Alonso Pérez de Mendieta se instruyó en una universidad castellana. Durante su mandato en la alcaldía en 1492 puso en ejecución la expulsión de los judíos de las Coronas de Castilla y Aragón y fue uno de los responsables de los actos celebrados en la ciudad por la conquista del Reino musulmán de Granada. Diego Martínez de Álava, el segundo diputado general, fue un personaje polifacético entre los altos cargos de la administración provincial alavesa. Hubo años en que compaginó la función de diputado general con la de alcalde de Vitoria-Gasteiz, capitán general de las milicias vitorianas, etc. Su poder en esos instantes fue enorme en Araba. Contó con numerosos apoyos a su política, con la que quiso fortalecer las Hermandades Alavesas frente al poderío ejercido en el territorio por los Señores de Vasallos, pero igualmente tuvo abundantes detractores, no solo en la Comunidad de Villa y Tierra de Laguardia y en la Tierra de Ayala –con afanes separatistas–, sino también en otras Hermandades de Araba y en algunos sectores sociales de la propia ciudad de Vitoria-Gasteiz. El judeoconverso Juan Sánchez de Bilbao, dueño en el medievo de la cuidada Casa del Cordón de Vitoria-Gasteiz, fue un mercader implicado en negocios internacionales entre el reino de Castilla y Brujas, además del principal prestamista usurero de la región, pese a que estaba prohibida la usura entre el colectivo cristiano. Uno de sus enemigos lo asesinó cerca de la casa que poseía en la calle Cuchillería de Vitoria-Gasteiz. Y Juan de Adurza, hijo de un rico comerciante vitoriano, llegó a ocuparse de las finanzas y de una parte no pequeña de los dineros de la Casa del emperador Carlos V, a quien sirvió en el oficio de argentier. Con seguridad, al morir acumuló una fortuna muy superior a la de la mayoría de los principales mercaderes de la Corona de Castilla.
El segundo bloque, Señores y vasallos», examina las figuras de Juan Alonso de Mújica, señor de Aramayona; del conde de Salvatierra, Pedro López de Ayala, y de su hijo Atanasio; de los Lope García de Murga, una familia de caballeros destacada en la Tierra de Ayala; de Juan de Mendoza, de su hijo y de su nieto, señores de Mártioda y los Huetos, y de Prudencio de Avendaño, uno de los Parientes Mayores más poderosos de Bizkaia con fuertes intereses sociales y económicos en Araba.
Se trata en los cinco casos de caballeros con solares originarios en los territorios vascos. Estos formaron parte de la nobleza vascongada y la mayoría dispusieron de señoríos jurisdiccionales. Las relaciones que mantuvieron con sus vasallos fueron coyunturalmente muy tensas. Las violencias o abusos de los señores con sus vasallos fueron denunciadas en los tribunales con el objetivo de fijar y limitar las arbitrariedades señoriales, e incluso de escapar de su señorío para incorporarse al Señorío del Rey donde bajo su cobijo esperaban obtener una mayor justicia social. Se dibujan, a grandes rasgos, las características de la vida de estos nobles, su riqueza, sus irregularidades y los conflictos más graves que sortearon. Los tribunales de justicia de la monarquía castellana no siempre resolvieron a su favor. De este modo, perdieron cotas de poder que beneficiaron a sus vasallos y a las Hermandades de Araba, capitaneadas por su diputado general. Asombra la rebelión del conde de Salvatierra contra el emperador Carlos V. Su rebeldía fue la causa de su muerte en Burgos y de la confiscación de todos sus bienes. Su hijo Atanasio de Ayala logró recuperar los señoríos de su padre, excepto la villa de Agurain. El linaje Murga se inmiscuyó en esta cruenta guerra, la de las Comunidades de Castilla, posicionándose en contra de su señor, el conde de Salvatierra, y a favor de Carlos V, lo que le garantizó su ascenso social en el espacio alavés y en la Tierra de Ayala.
El tercer bloque, Clérigos, maestros, dueños de bibliotecas y médicos, dispone de estudios sobre Fernán Ruiz de Gaona, un hombre en Álava de la confianza del rey de Castilla Alfonso XI; sobre los blasfemadores Juan Martínez de Arechaga y Pedro de la Hermosa; sobre Juan de Orduña, formado en la Universidad de Valladolid; Mencía de Ayala y Antonio de Fonseca, y también sobre los médicos Antonio de Tornay y Felipe Vélez, padre e hijo.
Denuncia por blasfemia
Fernán Ruiz de Gaona, una de las personas más acaudaladas de Araba a comienzos del siglo XIV, tuvo seis hijos. Dicha circunstancia no le perjudicó para ser arcediano de Calahorra. Era originario del pueblo de Gauna y fue enterrado en la parroquia de Santa Cruz de Campezo, lugar donde aún se halla su espectacular sepulcro. Juan de Arechaga y Pedro de la Hermosa eran vecinos de Arechaga y Bernedo que fueron denunciados por blasfemar contra la divinidad y los santos en una sociedad donde la religiosidad impregnaba la vida social. Llama la atención que la reina Isabel impidiera la aplicación de la pena que había impuesto el alcalde de Vitoria-Gasteiz a Pedro, mediante el envío de una provisión regia. No es frecuente encontrar personas de origen alavés entre los procuradores fiscales del tribunal de la Real Chancillería de Valladolid. Juan de Orduña, un hombre que llegó a ser catedrático de Derecho, fue uno de ellos. Entre sus casos hay bastantes registrados con vecinos del espacio vasco. Se aprecia la connivencia del fiscal con algunos de los denunciantes y la dureza de las penas demandadas para los inculpados. De otro lado, se estudia la biblioteca de los Fonseca-Ayala, importante por el número de volúmenes citado, el contenido y la variedad de obras de que dispuso. Más de 400 registros de manuscritos e incunables se conservaban en su librería del castillo de Coca, en Segovia. Un epígrafe revelador es el referente a los médicos. La historiografía ha sostenido hasta fechas recientes que el médico Tornay fue un judío que tras la expulsión de los judíos en 1492 aceptó quedarse en Vitoria-Gasteiz para ayudar ante la falta de médicos suficientes para combatir las epidemias y ante la solicitud del concejo del Ayuntamiento. Por este motivo hay en la ciudad una calle con su nombre. Se demuestra que el licenciado Tornay no era judío, sino cristiano y que ni siquiera cumplió el contrato con el Ayuntamiento.
El cuarto bloque se titula Mujeres, víctimas de un sistema social misógino y refleja a la raptada Mencía de Ibarguren, la desheredada Catalina Pérez de Mañaria, las brujas María de Yartua y Marina de Otaola, así como Catalina de Marquina, asesinada por su esposo. Mencía de Ibarguren fue raptada por Fortún García de Murga para evitar el casamiento concertado previamente por sus padres. La solución adoptada por su enamorado, el rapto, estuvo a punto de salirle cara, pues el conde de Salvatierra apoyó al esposado por palabras. Afortunadamente para Mencía y Fortún la sentencia definitiva les favoreció.
Catalina de Mañaria es un ejemplo de una esposa desheredada por su marido. El amor se había hecho añicos. La desconfianza había ganado. Por otra parte, las brujas de Aramaio y Okondo ponen sobre la mesa las típicas acusaciones lanzadas contra las curanderas en ambas comarcas. El último epígrafe, que examina la muerte de Catalina de Marquina por sus supuestas relaciones amorosas con un caballero acogido en la casa de Juan de Lequeitio, su esposo, descubre un caso de violencia de género con una sentencia expeditiva contra el asesino, procurador del concejo de Vitoria-Gasteiz.
En fin, son historias con sucesos singulares de sus personajes donde aparecen anécdotas, como el deseo de algunos de ellos porque sobre su tumba se coloque la bandera de Vitoria-Gasteiz el día de su fallecimiento, o sucesos macabros, como la profanación de la tumba de un clérigo, cuyos huesos fueron tirados después en una laguna, o la condena a morir arrojado a un río dentro de un saco con un mono, un gato y un gallo. Las historias presentadas descubren acontecimientos inéditos vividos por personajes variados y significativos.
El autor: Ernesto García Fernández
Historiador alavés, colaborador de la sección Historias Vascas del diario de noticias DEIA. Nació en Elvillar (Araba) en 1957. Ha sido Profesor Titular y Catedrático de Universidad de la UPV/EHU.