Pasó de ser capellán de los gudaris del batallón Muñatones y a continuación del Avellaneda, que absorbió esta unidad en julio de 1937, a obispo del Beni en Bolivia. En el vigésimo aniversario de su fallecimiento, es conveniente recuperar del olvido la figura de Monseñor Anasagasti y Zulueta. 

Nació en Demiku, barrio de Bermeo, el 4 de noviembre de 1910. A los 15 años, el vizcaino tomó el hábito franciscano en Zarautz e hizo su carrera eclesiástica entre Olite, Arantzazu e, incluso, llegó a viajar a Alemania, ordenándose sacerdote a los jóvenes 24 años.  

Al comienzo de la guerra militar de 1936 surgida como respuesta republicana a un golpe de Estado, se alistó como capellán de los gudaris en el batallón Muñatones, del PNV. En el fragor de la batalla, tras la ocupación franquista de Bilbao, esta unidad llegaría a integrarse en el batallón Avellaneda, ambos de Enkarterri. 

Anasagasti acompañó a sus gudaris hasta Laredo y, como ellos, sufrió el penal de El Dueso, de Santoña. Sometido a juicio, salió absuelto de toda culpa y conducido, sin embargo, de allí al campo de concentración burgalés de San Pedro de Cardeña.

Según información de la familia, a la salida de la prisión, a petición propia, fue a las misiones del Paraguay. Desde su llegada al continente americano, “se distinguió por sus iniciativas en beneficio de sus fieles, tomando parte en toda clase de actividades religiosas, sociales y culturales y, hasta deportivas”, citan. Era vicepresidente del Club de Fútbol de Villarica. 

Con frecuencia -narran- tenía que recorrer hasta 80 kilómetros a caballo, por caminos desiertos, en plena selva, para atender a los enfermos. Para beneficio de sus feligreses, y con la ayuda y cooperación de estos, construyó una pasarela de 76 metros, que lleva el nombre de Puente del Padre Carlos, haciendo de capataz, ingeniero y obrero, “pasando muchos apuros para poder pagar a los trabajadores a fin de semana, pero cumpliendo siempre generosamente con ellos”, valoran. Durante su estancia en Villarica, fue algunos años pro-vicario general de la diócesis, supliendo al obispo en las visitas pastorales, sobre todo, a las colonias de alemanes.

Nombrado por la Santa Sede el 15 de junio de 1951 Administrador Apostólico de la misión del Beni (Bolivia), el Gobierno paraguayo lo condecoró con la Cruz de Caballero, como reconocimiento público a sus múltiples actividades. El 29 de junio de 1953, fue nombrado por el Papa Pío XII obispo titular de Caltadria y vicario Apostólico del Beni, y el 13 de septiembre de aquel año, consagrado obispo por el Cardenal Piñedoli en la catedral de Trinidad.

“Como obispo, con la colaboración entusiasta de sus misioneros y fieles, destacó la ayuda de los católicos alemanes, construyó parroquias, colegios, asilos, y hasta campos de aterrizaje para los aviones, tomando parte en toda clase de actividades de toda la inmensa región del Beni, siendo en entonces una de las misiones mejor organizadas”. 

Aterrizaje forzoso

Llegó a contar con “un avioncito llamado Reina del Cielo” -califican-, que Anasagasti pilotaba y con el que podían llegar a todos los centros misionales. Más adelante, un cura de Mutriku de apellido Mendizabal se encargó de estas labores que aprendió en Hondarribia. “Tuvieron que hacer aterrizajes forzosos, pero siempre sin ningún herido grave, gracias a Dios. En ese momento fue rebautizado por algún guasón como Reina del Suelo”, agregan.

Sus 39 años de vinculación con los pueblos de Paraguay y Bolivia no menguaron su pasión por aquel “Euzkadi que tanto amaba” y por el euskara que “habló con naturalidad, interesándose vivamente por las aspiraciones de nuestro pueblo”, recordaba en un texto su familiar, el también sacerdote Pedro Anasagasti. 

Los domingos por la noche, comentaba los triunfos del Athletic y la Real Sociedad “endulzando los triunfos con un trago de cerveza, si las apuestas eran favorables. Aunque el calor era insoportable, no podían permitirse un trago de cerveza sino en las fiestas grandes”. De hecho, en la actualidad hay dos equipos de juveniles que llevan el nombre del club centenario bilbaino.

Al detalle

“Se desvela por la población”

Cambios. Carlos Anasagasti fue nombrado Administrador Apostólico de la Misión del Departamento del Beni (Bolivia), una de sus regiones más pobres de Bolivia, en 1951. Ahí comenzaron una serie de cambios beneficiosos para aquella colectividad. Tan solo dos años después fue designado Obispo titular de Caltadria y Vicario Apostólico del Beni. Su consagración se verificó en Trinidad (Bolivia) el 13 de septiembre del mismo año, con asistencia de parte del Cuerpo Diplomático de La Paz. En los dos años de su gestión como administrador, mereció los siguientes elogios del periódico El Diario de La Paz, capital administrativa más alta del mundo a más de 3.500 metros: “En los años que lleva en Trinidad, Monseñor Anasagasti ha dado muestras de su dinamismo y espíritu progresista. El aumento del personal misionero en todo el Beni, la construcción de la nueva Capilla de la Virgen de Fátima en los arrabales de Trinidad, un nuevo centro educacional dirigido por religiosas norteamericanas, la nueva imprenta, la nueva casa para los religiosos que está construyendo en Trinidad, son otros tantos testimonios de su actividad y su desvelo por el bien espiritual y material de la población”, reconocía a quien además de euskara y castellano hablaba el guaraní para un mejor acercamiento a los nativos. Murió en julio de 2002.